Cuentitis aguda

domingo, octubre 28, 2007

La Sirenita (I)

Reunión de hermanasHace muchos muchos años, en el fondo del mar (matarile-rile-rile), allá donde jamás ha llegado un batiscafo o un equipo sumergible ARGO, vivían el Rey de los Océanos y sus súbditos. El palacio del Rey marino era todo lujo y esplendor, construido en coral y todo alicatado de nácar, con lámaparas de perlas gigantes y los cristales de las ventanas hechos de ámbar. Los techos palaciegos estaban hechos con miles de conchas brillantes y los jardines del castillo estaban llenos de plantas marinas de todos los colores.
El Rey era viudo desde hacía muchos años asi que vivía con su madre que se encargaba de todos los asuntos de los que una reina se debía ocupar, es decir, de vestir bien y de educar a las seis princesas marinas. Todas las hijas del rey eran guapísimas, pero la más bella de todas era la menor de ellas, que tenía una piel blanquísima y finísima y los ojos tan azules como el fondo del mar; pero, como sus hermanas y todos los demás habitantes del reino no tenía piernas ni pies sino que su cuerpo terminaba en cola de pez. Todas los días, las princesas abrían las ventanas de ámbar de sus cuartos y por ellas entraban los pececillos nadando como si fueran pajarillos que entran volando a las casas. Cada una de las seis hermanas tenía una parcelita en los jardines de su padre para su propio uso y disfrute. La menor de las sirenas tenía plantadas en su mini-jardín un montón de plantas marinas todas ellas rojas, dispuestas en un círculo tan redondo como el sol. La sirena era un poco introvertida y mientras sus hermanas estaban todo el día de bailes y fiestas, a ella no le importaba nada más que su jardincillo y la estatua de mármol que tenía en él. La estatua había llegado al fondo oceánico de por hundimiento y representaba a un apuesto joven esculpido en piedra blanca.

Sirena y estatuaLa sirenita cree que su príncipe es un poco frío con ella.

A la pequeña sirenita le encantaba escuchar cosas referentes a la superficie, a lo que pasaba sobre el mar, y estaba todo el día dando la vara a su abuela para que le contara historias sobre los barcos y las ciudades, los hombres y los animales. La sirenita consideraba que todo aquello que estaba sobre el mar era mil veces mejor que lo que ella tenía allí en el palacio de su padre. Escuchaba atentamente a su abuela y se imaginaba cómo podría ser que las flores olieran (ella jamás había olido nada antes) y que los peces del aire (como su abuela llamaba a los pájaros) cantaran, y cómo podría ser que las plantas de la tierra tuvieran sabores cuando las algas, que era lo único que ellos comían, sabían tan asquerosamente mal. Su abuela le hablaba del chocolate y las milhojas de merengue y demás placeres de la tierra y la sirena no podía esperar a salir a la superficie y ver, oir, oler y saborear todo aquello.
"Cuando tengas quince años, glub blub, podrás salir a la superficie" - le decía su abuela - "y ver, glub glub, con tus propios ojos los bosques, los pueblos, los barcos, la luna y, blub blub, el sol".
La sirenita pasaba muchas noches en vela, mirando a través de la ventana de su habitación, hacia arriba, cómo brillaban la luna y las estrellas a través del agua. Cuando algún barco lleno de humanos pasaba sobre el palacio, nadie podía imaginar que allá abajo, en el fondo del mar, había una pequeña sirenita queriendo subir a la superficie junto a ellos.
Al año siguiente, la mayor de sus hermanas cumplió quince años y le permitieron salir del mar. Cuando volvió a palacio después de su primera incursión a la superficie, todas sus hermanas estaban ansiosas por escuchar las miles de cosas que tenía que contar la primogénita.
"Lo mejor de todo ha sido, glub glub, poder sentarme a la luz de la luna, cerca de una ciudad, blub" - decía la mayor de las sirenas - "En la ciudad había montones de, blub glub, luces como estrellas y, glub glub, se podía escuchar música, el ruido de los carruajes, las voces, blub blub, de los humanos y las campanas de las iglesias".
La pequeña sirenita se pasó la noche en vela pensando en los sonidos, las luces y todas las cosas que le había contado su hermana mayor sobre el mundo exterior.

La sirenita está tristeLa sirenita quiere ser mayor para poder salir de farra.

Un año después, la siguiente de las hermanas sirenas cumplió quince años y pudo entonces salir a la superficie y nadar por donde quisiera. Cuando volvió a casa le esperaban ansiosas todas sus hermanas (menos la mayor que ya estaba de vuelta de todo) para que les contara cosas del mundo de los humanos. "Pues, glub blub, lo que más me ha impresionado ha sido la puesta de sol. Todo el mar del exterior era rojo, blub blub, y la esfera de luz se escondía en nuestro océano, pero por muy deprisa que nadé, no lo pude alcanzar, glub". También intentó describir las nubes que flotaban en el cielo pero no supo.
Año tras año, las sirenas iban cumpliendo quince años de una en una, subían a la superficie y cuando bajaban al fondo marino les contaban a sus hermanas menores lo que más les había gustado. A la tercera sirena, que nadó desde el mar hasta un río cercano, le gustaron los bosques y los cantos de los pájaros que jamás había escuchado antes. A la cuarta le gustaron los barcos que podía ver desde la distancia mientras estaba sentada en una roca cerca de la playa. La quinta sirena cumplió los quince años en invierno y lo que más le gusto ver fueron los icebergs flotando en el agua y sentarse sobre ellos dejando que el viento hiciera flotar su larga cabellera. También disfrutó viendo cómo era una tormenta y ver caer las luces de los rayos y las gotas de agua que hacían moverse el iceberg en el que ella estaba viajando.
Las sirenas se cansaban pronto de salir al exterior y aunque todas ellas disfrutaban con sus excursiones, niguna le cogió gran afición a aquello de salir del mar, preferían las maravillas submarinas. Las cinco sirenas tenían unas voces impresionantes y cantaban muy muy bien, además cuando cantaban fuera del mar sus voces no hacían "bulb glub" ni les salían burbujas de la boca. Llegó un momento en el que sólo salían a la superficie cuando iba a haber tormenta en el mar, para avisar con sus cantares a los viajeros de los barcos del peligro que corrían. Pero los humanos, cuando las veían se asustaban. Y si los barcos se hundían, las sirenas intentaban salvar a los supervivientes llevándoles con ellas al reino de su padre. Pero para cuando llegaban con ellos a presencia del rey, los marineros ya se habían puesto azules y era difícil mantenerles en el fondo pues subían flotando a la superficie.

Se avecina tormentaLas sirenas no se dan por vencidas e intentan otro salvamento.

Al fin la pequeña sirenita cumplió los quince años. Se había pasado los cinco años anteriores llorando a moco tendido porque sus heramanas podían subir y ella no. Pero después de tanto esperar finalmente podría subir a la superficie, al mundo que tanto ansiaba y que tanto sabía que le iba a gustar.
Había llegado la edad en la que la sirenita podría respirar fuera del agua y en la que dejaría de ver borroso cuando estuviera al aire. Con gran ceremonia se hicieron los preparativos para que la pequeña del rey pudiera hacer la primera salida al mundo. Le pusieron las conchas de ostra ceremoniales, se despidió de su abuela y subió rauda y veloz a la superficie para hacer su primera incursión al exterior.

viernes, octubre 12, 2007

El príncipe rana de Bollywood


El príncipe rana: vuelve el hombre