Cuentitis aguda

martes, octubre 03, 2006

Griselda (III)

Enlace a Griselda (I)

Enlace a Griselda (II)


uando el príncipe le contó sus planes a Griselda, ella se puso muy triste y lloró, lloró mucho, pero como era una decisión de su marido al que tanto quería, tanto respetaba y tanto obedecía, pues lo aceptó. Griselda sabía que un príncipe se debe a su oficio, que tiene que dar un heredero a su reino y que debe casarse con una mujer de un cierto estatus. Así que cogió sus ropas viejas de pastora y se fue a su antigua casa, volvió a coger sus aparejos de hilar y se fue al lado del riachuelo a pastorear y coser a la vez.

Justo el día de la boda, el príncipe llamó a Griselda para que fuera al castillo a ayudar con los preparativos de la boda. El príncipe quiso también que Griselda conociera a la que iba a ser su mujer. A Griselda le pareció tan guapa la chica, tan joven y tan buena que pensó que si su hija hubiera vivido le hubiera gustado que fuera tan guapa como la nueva princesa. No solo ayudó a vestir a la novia para la boda sino que también se ofreció a peinarla ella misma (las damas, claro, no la dejaron porque todos sabemos como se peinan las pastoras). Griselda trató a la chica muy bien y con mucho cariño (debe ser que la sangre realmente tira).

Justo antes de que el príncipe fuera a casarse con la jovencita, Griselda quiso hablar con él, pero en vez de quejarse por todo lo que le estaba pasando (como el príncipe esperaba), lo que le dijo fue que procurara que a la chica no le faltara de nada y que fuera bueno con ella. Que la futura princesa era muy dulcecita y que no podría soportar crueldades, así que él debería cuidarla.

Lo que le dijo Griselada enterneció tanto al príncipe que proclamó:

“Estimado pueblo, tengo que hacer un comunicado” – La gente ya conocía el tipo de comunicados que daba ese príncipe, así que prestaron mucha atención – “He decidido que no voy a casarme con esta jovencita. Quiero que sepáis lo buena soberana y virtuosa que es Griselda” – y contó en el pregón que estaba dando lo que acababa de pedirle Griselda – “Por eso quiero que sepáis que no me pienso divorciar ni separar de ella.” – Todos se pusieron muy contentos y sobre todo la princesita y el caballero que ya no tendrían que encargarse de liquidar al príncipe si se querían casar. – “También tengo otra cosa que decir. Que no me voy a casar con esta señorita que tengo a mi lado porque resulta que es mi hija, la hija de Griselda y mía que no murió de bebé sino que se la dejé a las monjas del convento de las benedictinas descalzas del sagrado corazón de Jesús y los apóstoles para que la cuidaran y educaran como tan bien han hecho”

Todo el mundo empezó a gritar - “Bieeeeeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnnnn”- y a aplaudir como si fuera el final de la peli de los Goonies. Griselda fue corriendo a abrazar a su hija (de la que ella ya había notado el tirón de la sangre) y se pusieron a llorar como unas magdalenas, pero de alegría. Estaban tan contentas que no culparon al príncipe cabroncete por lo que había hecho. El príncipe se enterneció (ya era hora) y las abrazó a las dos pues las quería un montón aunque no lo pareciera.

“Aún no he acabado” – dijo el príncipe y todo el mundo se calló. – “Griselda, vístete como mereces y debes que aún nos tenemos que ir de boda. ¿Veis a este mozetón que esta aquí? Pues es el novio de la princesita, así que se van a casar ahora que lo tenemos todo preparado y a la niña ya la tenemos vestida de blanco. Y ya que nos ponemos, vamos a hacer la coronación de la parejita como herederos del reino.”

Muchos mas “bieneeeeeeeesssssssss” y “vivaaaaaaaaaasssssssss” que se oyeron.

Griselda se vistió de princesa, que para algo lo era y se celebró la boda.

Y todos fueron felices y comieron pastel de boda.

Griselda sufre

La paciente Griselda espera que su marido no le ponga otra prueba