Cuentitis aguda

domingo, enero 25, 2009

Blancanieves (III)

Enlace a parte (I) y (II)


C
uando la manzana estuvo lista, la reina fue a maquillarse y a vestirse con harapos, esta vez de color negro, para parecer una anciana campesina. Y otra vez cruzó el bosque, las siete colinas y volvió a llamar a la puerta de la casa de los enanitos en horario laboral. Blancanieves se volvió a asomar y le dijo a la vieja: "No os puedo abrir la puerta, buena señora, porque los enanos me lo han prohibido". "No te preocupes muchacha, no hace falta que me abras la puerta, sólo vengo a ofrecerte una manzana, la más bonita de todas las que llevo en el cesto." "No puedo coger nada de lo que me ofrezca un extraño" - contestó Blancanieves, que parecía haber aprendido la lección. "¿Acaso tienes miedo de que quiera envenenarte?" - contestó la madrastra - "Que la manzana tenga pintada una calavera no quiere decir que esté envenenada. Mira lo que haré. Partiré la manzana en dos y yo me comeré la parte más clara y tú la parte más roja". La madrastra, que casualmente sólo había envenenado la mitad de la manzana, la partió en dos y se comió ella misma la parte más feucha y le pasó a Blancanieves la parte con mejor pinta. La chica no pudo resistir más el aspecto tan apetecible de la fruta y se comió su mitad de la manzana. Nada más morderla, Blancanieves cayó muerta al suelo. La reina se echó a reir con risa de madrastra malvada: "Ñia-ja-ja ¡A ver si los enanos son capaces de despertarte ahora! Ñia-ja-ja"
De vuelta en el palacio volvió a preguntar a su espejo: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". "¡Oh, mi reina! Tú eres la más guapa, la más bella y la más hermosa de hasta donde llega mi radar de espejo mágico." Y por fin el envidioso corazón de la reina pudo descansar tranquilo.
Cuando los enanos volvieron a su hogar, se encontraron a Blancanieves tendida en el suelo, sin respirar. Todos se pusieron muy nerviosos y buscaron por todas partes por si pudiera tener algo envenenado cerca o en el pelo o en su vestido, pero nada, no había nada, la chica estaba muerta. Los enanitos pusieron a Blancanieves sobre una carreta, se sentaron todos a su alrededor y la lloraron sin parar durante tres días.

Blancanieves patidifusa¿Llamamos para que le hagan una autopsia? No, mejor la enterramos nosotros mismos.

Entonces, cuando iban a enterrarla, como Blancanieves parecía que estuviera viva y aun tenía los coloretes sanotes en sus mejillas, decidieron meterla en un ataúd de cristal transparente de tal forma que la chica pudiera ser vista desde todas partes y desde todos los ángulos. Pusieron el ataúd en lo alto de una montaña y cada día uno de los enanitos se sentaba a hacerle compañía. Los pajarillos también se acercaban a verla y la lloraban. Primero fue una lechuza, luego un cuervo y por último una paloma.
Blancanieves permaneció en el ataúd de cristal muchísimo tiempo, pero ella no cambiaba, parecía como si estuviera dormida, y seguía siendo tan blanca como la nieve (que no como una muerta), tan roja como la sangre (no porque estuviera herida) y su pelo tan negro como el ébano (no porque se lo hubiera teñido la semana antes de tomar la manzana).
Pero resultó que un día pasaba por la zona un príncipe que decidió pasar la noche en casa de los enanitos. El príncipe vió a lo lejos el ataúd sobre la montaña y quiso acompañar al enano en turno hasta allí. En el ataúd vió lo guapa que estaba Blancanieves allí dentro y lo pacífica y majetona que era y lo bien escrito que estaba el nombre de la chica en letras doradas sobre el ataúd de metacrilato. De vuelta en la cabaña de los enanos les dijo: "Pedidme lo que queráis a cambio del ataúd de Blancanieves con su cadáver incluido". "¡No!"- respondieron los siete enanitos - "Ni por todo el oro del mundo te daríamos a Blancanieves (o mejor dicho, sus restos mortales), pedazo de degenerado (sin perderle el respeto, alteza)". "Pero si yo sólo quiero el ataúd para adorar a Blancanieves como vosotros hacéis.... si desde que mis ojos han visto lo guapa que está, no puedo dejar de pensar en ella. Os propongo entonces que no me lo vendáis sino que me lo regaléis, como ofrenda a vuestro soberano". "¡Ah! En ese caso sí, nos has convencido. Te lo regalamos". "Muchísimas gracias, personitas. Prometo que honraré a tal lujoso regalo y lo trataré con sumo cariño puesto que será mi más preciada posesión."

Velatorio de BlancanievesLos enanos deciden no velar a Blancanieves en casa no fuera que aquello empezara a oler a muerto.

El príncipe mandó a sus sirvientes llevar el ataúd al carruaje que le había llevado hasta la casa de los enanos. Entre que los sirvientes eran cada uno de una estatura, que no sabían tratar con cuidado las cosas y que se tropezaron todos a la vez, el cofre, con Blancanieves dentro, se tambaleó. Con el traqueteo y los golpes que se metió la pobre Blancanieves con las paredes del ataúd, el trozo de manzana envenenada salió disparado de la boca de la chica. Y casi instantáneamente Blancanieves abrió los ojos, destapó el ataúd, se sentó y preguntó: "Cielos, ¿dónde estoy?" Allí nadie se asustó al ver resucitar a una muerta de varios meses. El príncipe, loco de contento, fue el primero y el único en contestar: "¿Que dónde estás? Estás conmigo". Y le contó a la chica todo lo que le habían contado los enanos que había pasado. La historia cambió un poco del original, pero en esencia venía a ser lo mismo. "Te quiero más que a mi vida, Blancanieves, más que al aire que respiro y más que a la mare mía. Te voy a llevar al castillo de popó, nos casaremos y serás mi princesa. La gente no tendrá que verte en la urna de cristal sino que podrán verte sentada en el trono junto al mio".
Blancanieves, que estaba encantada de la vida de tener a un príncipe que le fuera a desposar, y pese a no haber sido presentada en condiciones ni saber tan siquiera el nombre de su admirador, aceptó la propuesta real de matrimonio. El bodorrio fue todo lujo y no hubo ni un solo momento de sencillez.
La madrastra de Blancanieves también había sido invitada al banquete que se daría tras el enlace principesco, puesto que también ella era de alta alcurnia. Cuando se estaba vistiendo con sus más lujosos y bolutescos ropajes le dio el ataque vanidoso y preguntó a su espejo mágico: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". Y el espejo le contestó: "Oh, mi reina. Tú eres guapa entre las guapas y bella entre las bellas, ahora que te digo que la más guapa de todas es la joven reina. No le llegas ni a la altura de los zapatos. Así te lo digo"

Madrastra y espejoA pesar de que la madrastra siempre le preguntaba lo mismo al espejo,
necesitaba una chuleta.


La malvada madrastra se puso toda rabiosa y verde de envidia. Al principio no quería ir al bodorrio pero luego se tragó su orguyo y se decidió a ir. Se limpió los espumarrajos de la boca y se maquilló para ocultar el verdor de su rostro. Cuando llego al palacio y vio que la joven reina no era otra que Blancanieves se quedó de piedra, rabiosa y con miedo. Trajeron con pinzas unos zapatos de hierro que habían sido puestos al fuego. Los pusieron frente a la madrastra y le obligaron a que se los pusiera y bailara con ellos puestos hasta que cayera muerta.
Y colorín colorado, este cuento ha acabado.

domingo, enero 18, 2009

Blanvanieves (II)

Enlace a parte (I)


A
la mañana siguiente, los enanos madrugaron a pesar de ser domingo y cuando Blancanieves se despertó, ellos ya estaban esperándola, preocupados por el sueño tan profundo de la chica. Cuando Blancanieves vio tanto enano junto se asustó, pero se tranquilizó cuando ellos le preguntaron por su nombre y fueron tan amigables. "Me llamo Blancanieves", dijo ella. "¿Y cómo es que has llegado a nuestra casita que está en medio del bosque?" Y entonces Blancanieves les contó la historia, que su madrastra quería matarla pero que el cazador le había dejado huir y que después de correr hasta acabar agotada había encontrado la casita de los enanitos. Los enanos, después de sopesar las cosas le propusieron un trato: "Si cuidas la casa, barres, friegas, planchas, limpias, haces las camas y la comida, limpias los cristales y el baño, zurces nuestros calcetines...; entonces podrás quedarte a vivir con nosotros y te proporcionaremos todo lo que necesites". Blancanieves, que no había fregado un plato en su vida, pues no olvidemos que era la hija de un rey y que vivía en un castillo con miles de sirvientes alrededor, aceptó al instante puesto que la vida de ama de casa no la vio tan dura. "Sí, claro que acepto".
Blancanieves cuidaba de la limpieza y el orden en la casa. Todas las mañanas los enanos se iban a las montañas a trabajar buscando mineral y no volvían a casa hasta por la noche. Como Blancanieves se quedaba sola en casa durante todo el día y era un poco naif, le tuvieron que dejar dicho: "No abras la puerta a nadie, Blancanieves, a ver si va a saber tu madrastra dónde estás y va a intentar matarte otra vez".
Mientras tanto, la reina, que estaba convencida de haberse merendado las entrañas de su hijastra, se animó a preguntarle al espejo nuevamente y confirmar así su belleza sin igual. "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". Y el espejo le contestó: "Pues siento decirte que la más guapa sigue siendo Blancanieves que vive en la casa de los siete enanitos.". "¿Pero qué me estás contando? ¿Esa boba viva? El cazador me ha traicionado, está visto que si me quiero librar de esa tonta lo tendré que hacer yo misma".

Madrastra y espejo mágicoLa reina consultando al chivato de su espejo mágico.

La madrastra pensó y pensó estrategias para librarse de Blancanieves. Por fin, después de mucho pensar y no poder descansar de tanta envidia que le corroía llegó a la solución. Se pintó arrugas en la cara, se puso ropas para parecer una vieja vendedora ambulante, tan bien lo hizo que nadie podría jamás reconocerla. Y con este disfraz se fue por el bosque, atravesando las siete colinas, hasta la casa de los siete enanitos y allí llamó a la puerta. "¡A la rica baratija! Vendo fruslerías baratas para las chicas guapas". Blancanieves se asomó por la ventana: "¿Qué cosas vendes, anciana?". "Hola guapa, vendo cositas muy monas que seguro que te encantan". Blancanieves, que se caracterizaba por su belleza pero no por su inteligencia, pensó para sí: "Voy a dejar pasar a esta anciana que no se parece en nada a mi madrastra y que, es más, parece buena gente". La chica dejó pasar a la vieja, la cual le enseñó la mercancía: "Mira qué mona esta cinta para el vestido, es perfecta para tí, además combina a la perfección con lo que llevas puesto. Deja que te la ponga yo misma". La vieja le ató la cinta tan fuerte que Blancanieves no pudo respirar y cayó al suelo como si estuviera muerta. "Ahora soy yo las más guapa" y la madrastra se fué corriendo a su castillo.

Madrastra, Blancanieves y primer intentoAprieta más fuerte, Mammy, que tengo que ser la más guapa de la fiesta.

Un rato después, al anochecer, llegaron los siete enanitos de vuelta del trabajo. De pronto vieron que Blancanieves estaba en el suelo, ¡qué susto se llevaron! La chica parecía que estaba muerta, no respiraba ni se movía. Se dieron cuenta entonces que tenía el lazo del vestido apretado muy fuerte y entre los siete le aflojaron el corsé. Entonces Blancanieves pudo respirar nuevamente. Cuando los enanos escucharon la historia dijeron: "Esa vendedora era tu madrastra, Blancanieves, es que eres muy cándida. Te habíamos dicho que no habrieras la puerta de la casa a no ser que estemos nosotros. Ten más cuidado y no dejes que nadie entre en casa". Blancanieves les juró y perjuró que no volvería a abrir la puerta.
Mientras tanto, la malvada madrastra había llegado al castillo. Le fue difícil convencer a los guardas de que le dejaran pasar puesto que con los harapos que se había puesto y las patas de gallo que se había pintado nadie se creía que era realmente la reina. Una vez en sus aposentos volvió a consultar con su asesor de imágen: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". "Ya te he dicho, mi reina, que la más guapa es Blancanieves que vive en la casa de los enanitos y que a pesar de pasarse el día fregando platos, no se le estropean las manos; a pesar de barrer varias veces al día no se daña la espalda; a pesar de hacer las camas de siete personas diariamente, no se le rompen las uñas; y a pesar de que tiene cosas que hacer durante todo el día siempre está depiladísima y con la raya del ojo bien hecha". "¡Pero si acabo de matarla!". "No la has matado, los enanitos la han salvado." "¡Ay, qué leche con la niña! Idearé un plan aún más complejo que el anterior y acabaré con esa niñata de una vez por todas".
Como la malvada madrastra a parte de reina era también bruja, hizo un peine envenenado, y se volvió a disfrazar nuevamente, aunque esta vez de forma completamente distinta (con un vestido azul oscuro). Volvió entonces a cruzar el bosque y las siete colinas y volver a llamar a la puerta de la casita para que Blancanieves le abriera. "¡A la rica baratija! Vendo fruslerías baratas para las chicas guapas". Blancanieves se asomó y dijo. "Váyase, buena mujer, que no puedo abrir a nadie". "Pero sí que podrás mirar" y diciendo esto, la vieja sacó el peine envenenado y se lo mostró a la chica. A Blancanieves le gustó tanto el peine que se dejó llevar, abrió la puerta y dejó a la anciana que entrara en la casita. "Te voy a peinar un poquito para que veas la calidad del peine". Blancanieves era tan ingenua que no notó ningún patrón de comportamiento en la situación y dejó que la vendedora le pasara el peine por la cabeza. En cuanto el veneno del peine tocó el pelo de Blancanieves, ésta cayó al suelo sin sentido. "Toma esa, se te acabó la belleza y la tontería de una vez por todas" y la reina se fue corriendo de vuelta al castillo.
Ya era casi de noche y los enanos llegaron de vuelta de la dura jornada laboral. Cuando vieron nuevamente a Blancanieves tendida en el suelo, enseguida pensaron que había sido la madrastra. Buscaron y encontraron el peine envenenado que aún estaba prendido del negro pelo de Blancanieves. Se lo quitaron y la chica recobró el sentido y les contó lo que había pasado. Ellos volvieron a advertirle sobre lo malo que era abrir la puerta a vendedoras de baratijas porque resultaban ser siempre la madrastra en persona dispuesta a matarla.

Peine envenenadoBlancanieves no se caracteriza por su agudeza de ingenio ni los enanitos por su belleza.

Volvamos con la madrastra, que ya había conseguido llegar a su habitación tras volver a convencer a los guardias de turno de que no era una mendiga sino la hermosa reina. "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". "Mi reina, las más bella entre las bellas, hermosa entre las hermosas, dulce entre las dulces..." - la madrastra estaba casi en éxtasis viendo cómo le doraba la píldora el espejo mágico - "... sigue siendo Blancanieves, que a pesar del peine envenenado ni se ha muerto, ni se le ha caido el pelo a mechones, ni nada". "¡¿Pero es que esta cría no se va a morir nunca?!. Claro, rodeada de tanto número siete cómo no va a tener suerte!?!. Pues ya tengo pensado otro plan, esta vez será infalible y acabaré con ella aunque me cueste la vida. ¿Cómo puede ser una niñata tan odiosa?"
Entonces la reina-madrastra se retiró a su sala secreta a la que nunca nadie había entrado, excepto la soberana misma y la señora de la limpieza (porque sería madrastra, bruja y malvada, pero no era una marrana que tuviera la sala llena de polvo y telarañas). Y allí creó una manzana envenenada. La manzana tenía un aspecto muy apetitoso, sobre todo por su lado más rojo, pero si alguien probaba un pedacito, moriría al instante.

domingo, enero 11, 2009

Blancanieves (I)

H
ace mucho tiempo, había una reina a quien le gustaba bordar el ajuar mientras se asomaba por la ventana, abierta de par en par. Durante el más crudo de los inviernos, la reina se daba a la costura en su ventana de marco de ébano mientras veía caer la nieve. La buena mujer, se despistó un momentín y se pinchó el dedo con la aguja. Tres gotas de sangre cayeron en la nieve. La reina se quedó embobada viendo lo bonito que hacía el rojo intenso de la sangre sobre el blanco puro de la nieve y pensó para sí: "Cómo me gustaría tener una niña que fuera tan blanca como la nieve, tan roja como la sangre y tan negra como el ébano". Pasaron los años y la reina tuvo un niña con las características que había deseado aquel día invernal: la piel blanca como la nieve, las mejillas rojas como la sangre y el pelo negro como el ébano; y su madre la llamó Blancanieves y no pudo hacer mucho más que darle un nombre puesto que, a los pocos minutos, la reina murió.
Al año siguiente el rey se casó nuevamente. La nueva reina era una mujer muy bella y atractiva, pero muy vanidosa y orgullosa y no podía soportar que nadie fuera más hermosa que ella. La nueva reina poseía un espejo mágico y todas las mañanas, después de vestirse, peinarse, maquillarse, perfumarse y atusarse, se miraba en él y preguntaba: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?" Y el espejo, que siempre decía la verdad, le respondía: "La más guapa entre las guapas y la más bella entre las bellas, eres tú, oh! alteza". La reina entonces salía de sus aposentos con una sonrisa de oreja a oreja dispuesta a comenzar su dura jornada laboral como soberana.

Reina ante el espejoEl espejo mágico regalándole el oído a la madrastra.

Pero resultó que Blancanieves según crecía, se hacía cada vez más y más hermosa, y llegó un día en que la chica era guapísima, más guapa incluso que su madrastra. Y cuando la reina preguntó a su espejo: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". El espejo respondió: "Mi reina, eres guapa, lo sigues siendo, pero me temo que pese al botox que utilizas, Blancanieves es más guapa que tú". "¿Pero qué me estás contando? ¿Blancanieves? ¿Esa niñata? Grrrr". La reina entró en shock y se puso de todos los colores, verde, azul, morado... La reina no podía descansar y cada vez que veía a Blancanieves por los pasillos del castillo se le ponía una mala leche... Odiaba tantísimo a esa chica... Y su odio crecía más cada día hasta el punto de no poder dejar de pensar en el tema.
"Pues no me queda otra que deshacerme de esa boba. Que mira qué ojeras tengo porque este tema no me deja descansar. ¡Eh! ¡Tú, cazador de la corte! Quiero que te lleves a Blancanieves al bosque y allí le des café, mucho café, y que luego me traigas sus pulmones y su hígado como prueba." El cazador obedeció a su soberana y se llevó a Blancanieves al bosque, pero cuando estaba a punto de atravesar el corazón de la jóven con su cuchillo, ella se puso a llorar y le dijo: "Ay, por favor, cazador, no me mates. Sninfs. Huiré a lo más profundo del bosque y no volveré por el palacio jamás".
Y como ella era tan inocente, dulce y sobre todo guapa, el cazador se apiadó y le permitió que escapara. El cazador estaba convencido de que las fieras del bosque acabarían con ella, pero él tendría la conciencia tranquila porque no la habría matado con sus propias manos. Decidió entonces matar a un cervatillo que pasaba por ahí dando saltitos y llevarle a la reina los pulmones y el hígado del animal haciéndole creer que eran los de la hijastra real. La reina ordenó al cocinero que le hiciera un guiso con las vísceras que había llevado el cazador y se las comió pensando que eran las de Blancanieves.
Mientras, la chica estaba solita en el bosque y tan asustada que no sabía qué hacer asi que se puso a correr. Corrió sobre piedras afiladas y entre espinos. Las fieras del bosque corrían a su lado pero no le atacaron ni nada, era tan guapa e iba tan elegante....
Corrió y corrió hasta que sus pies no pudieron aguantar más. Casi era de noche cuando llegó a una casita que había en el bosque y entró para descansar y curarse las ampoyas de los pies. La casita estaba limpísima, como los chorros del oro. Había en ella una mesa con mantel, siete platitos y al lado de cada uno, una cucharita y un vasito. Junto a la pared había siete camitas con sus sabanitas blancas.
Blancanieves estaba tan hambrienta que perdió sus buenos modos reales y tomó un poquito de la verdura que había en cada platito y tomó un sorbito de vino de cada vasito, porque había perdido los modos pero no había perdido la vergüenza. Y cuando acabó de comer, le entró un sopor terrible y decidió echarse a dormir en una de esas camas tan bien dispuestas. Probó la primera pero era demasiado pequeña, la segunda era demasiado blanda, y así probó todas hasta que decidió acostarse en la última, no sabiendo si era porque era la cama perfecta para ella o porque después de probar otras seis camas sus estándares habían bajado. Sea como fuere, la chica se quedó roque.

Blancanieves imitando a ricitos de oroBlancanieves perdiendo las formas.

Cuando anocheció los dueños de la casita volvieron a su hogar después de un duro día de trabajo en las montañas buscando mineral. Eran siete enanos que vivían en armonía todos juntos y sin tener grandes problemas de convivencia, ni niguna relación afectivo-sexual como algunos estaréis pensando. Cuando entraron en la vivienda dijo el primer enanito: "Alguien se ha sentado en mi sillita". El segundo enanito dijo: "Alguien ha probado de mis verduritas". El tercer enano también habló: "Alguien ha bebido de mi vinito". El cuarto enano dijo: "Alguien se ha probado mi ropita". El quinto enano dijo: "Alguien ha usado mi cuchillita de afeitar". El sexto enano dijo: "Alguien se ha acostado en mi camita". El séptimo y último enanito dijo: "Alguien está aún durmiendo en la mia". La chica seguía durmiendo a pesar de todos los gritos que habían pegado los enanitos a su llegada a la casa. Todos los enanos se pusieron alrededor de la chica y la vieron tan guapa y tan dulce que no quisieron despertarla. Después de cenar, los siete compañeros de piso se fueron a dormir. El séptimo enano, como no podía usar su cama, durmió una hora con cada uno de sus compañeros. La verdad es que no pudo descansar mucho aquella noche porque cada hora le sonaba la alarma de su despertador para cambiar nuevamente de cama.

viernes, septiembre 12, 2008

Calabazas

La calabaza convertida en carroza para uso y disfrute de Cenicienta es una oda al buen gusto, de ahí que la glamurosa Jordan decidiera ir en ella a su boda... tan sencilla ella.

estilismo y glamourLa carroza-calabaza en todo su explendor.


Sencillez y refinamientoJordan vestida a juego con su carroza.

Y si Jordan puede, tú también puedes.

Me lo pido¡Reserva ya y evita decepciones!

Pero las novias estilosas no son las únicas que se deciden a usar este medio de transporte tan discreto.

Calabaza en LondresLa clase de 2ºC subiendo a la carroza para ir de excursión.

domingo, agosto 17, 2008

Hansel y Gretel (y III)

Hansel y Gretel es un cuento de hadas alemán publicado por primera vez por los Hermanos Grimm en 1812. El relato cuenta la historia de dos niños que son abandonados en el bosque por sus padres en época de hambruna. Los Grimm escribieron su versión para entretenimiento de la clase media alemana del siglo XIX, pero el original probablemente proviene de la época medieval, donde el abandono de menores en el bosque era algo común en temporadas de hambrunas, pestes, y demás vacas flacas.
El cuento habla de dos problemas que son la principal preocupación de infantes, el pasar hambre y el abandono por parte de los padres.


Gretel tiene problemas alimenticios.


El principio de la historia es muy similar al de Hermano y Hermana. En las primeras ediciones de la historia de Hansel y Gretel, la mujer del leñador era la madre de los niños, pero debido a la crueldad con la que convence a su esposo de dejar a los niños sólos en el bosque, decidieron convertirla en madrastra, que son más proclives a tener estas tendencias malvadas con tiernos infantes.
La bruja dueña de la casita de chocolate, como si fuera una araña, había tendido una trampa a los niños y construido una casa para atraerlos. Por aquellas épocas, el bosque debía estar lleno de nenes abandonados, por lo que la construcción de una casita-telaraña parecía una más que razonable inversión para las brujas antropófagas.

Brujas hay por todas partesLa bruja intenta engatusar a los niños para que entren en su casa y luego comérselos.
(Banksy)

Pese al hambre que pasan los niños, su soledad en el bosque, la esclavitud y el cautiverio, al final todo sale a pedir de boca y consiguen matar a la bruja, robarle los dineros, volver a casa y reencontrarse con su padre, que, según parece, sí que les quería en el fondo y que sólo se quiso deshacer de ellos porque la madrastra de Hansel y Gretel le había convencido de ello... menos mal que la muy bruja ya está muerta para cuando los hijos pródigos vuelven al hogar.

Sobre la historia de Hansel y Gretel se han hecho muchas versiones, entre ellas una ópera, un ballet y varias películas, entre ellas, cómo no, una versión surcoreana de terror.


Los coreanos vuelven con el terror.

miércoles, mayo 07, 2008

Hansel y Gretel (II)

Enlace a parte (I)


N
ada más que vieron aquella construcción hiper-calórica, Hansel y Gretel, que estaban demacrados por el hambre que habían pasado los últimos días solos por el bosque, se lanzaron corriendo hacia la casa y empezaron a comer trocitos de la vivienda. "Gretel, esto es el paraíso. ¡Esto es el despiporre!" Hansel se lanzó a por los bastones de caramelo que hacían de pilares de la casita. A Gretel le faltó tiempo para comerse los marcos de las ventanas que estaban hechos de mazapán. Cuando los niños estaban lamiendo el helado de vainilla y chocolate que cubría el tejado, se oyó una vocecilla desde el interior de la casa: "¿Quién mordisquea mi casa?" "Nadie, nadie, señora, es el viento el que hace ruido", dijo Hansel, que siguió comiendo la verja que estaba hecha de regaliz. Gretel no se distrajo de su aperitivo a base de peladillas que era lo que formaba el caminito a la puerta de la cabaña.
De pronto, por la puerta salió una anciana mujer apoyada en un bastón. Hansel y Gretel se asustaron y pararon su banquete. "Ay, pobres niños... ¿Qué hacéis los dos sólos en medio del bosque? ¿Por qué no pasáis y así no cogéis frío? Os daré comida un poco más sana que lo que os estáis metiendo entre pecho y espalda. Pasad, pasad".

La bruja sale a escenaLa propietaria de la casita de chocolate es todo dulzura.

La anciana agarró amablemente la mano de los niños y les condujo al interior de su hogar. Hansel y Gretel tenían los ojos como platos e iban dando saltitos por el subidón de azúcar que llevaban. La vieja les dió un vaso de leche caliente, unos cereales con fibra, una pera y unas nueces. "Tomad esto que es muy sano, no vayáis a poneros malos. No deberíais ir por ahí comiendo las casas de la gente, por mucha hambre que tengáis." "No señora, es usted muy amable y buena con nosotros. Y muy atenta pensando en nuestra salud." "Claro hijo, es que si no os cuidáis y coméis sano luego tenéis demasiada grasa y podéis ser indigestos... quiero decir..."
La señora les dió unas mantas para que durmieran en la habitación de invitados y les puso unas sábanas de franela porque la casa no tenía calefacción por miedo a que la cimentación del edificio sufriera. Gracias a la cena que les había dado la vieja, los niños tuvieron una buena digestión y pudieron dormir a pierna suelta. Aquello era el paraíso.
Pero realmente la anciana no era tan buena como a primera vista dió la impresión. La vieja era una bruja mala malísima que lo que hacía era engatusar a los niños, es más, había hecho construir su casa para tentar a los menores. Cuando alguno de los golosos chicos entraba en su casa ella le mataba, le cocinaba y luego se lo comía hacíendose un homenaje, así de sádica era esta buena mujer. La bruja era muy mayor y veía menos que un gato de escayola, pero tenía muy buen olfato y era capaz de oler a cualquier jovenzuelo que pasara por los alrededores. Cuando vió que Hansel y Gretel habían caído en la trampa y habían mordido el caramelo, la vieja se frotó las manos y se río como hacen las brujas en estos casos: "Jua-jua-jua, ya los tengo y no se escaparán". Muy pronto por la mañana, y antes de que amaneciera, la vieja se levantó y fué a ver a los niños mientras dormían, pero no para velar por sus dulces sueños, sino para comprobar la calidad de los ingredientes de su futuro bacanal. Con su mano arrugada, toda huesos y pellejos, levantó el brazo de Hansel: "Vaya bracitos que tiene este crío, ¿es que sus padres no le dan de comer? No creo que el pegamento para la dentadura me aguante como para roer estos huesos, mejor haré en engordarle un poco". La bruja cogió a Hansel y se lo llevó al establo para encerrarle allí. La bruja era vieja, sí, y cheposa, también, y casi no podía andar, pero era campeona de halterofilia de la región y pudo levantar al niño como si tal cosa. Hansel gritó y gritó, pero no le sirvió de nada, ahí se quedaría encerrado durante un tiempo. Después la señora fue a la cama donde aún estaba Gretel durmiendo a pierna suelta. "¡Despierta, so vaga! Anda, pon a calentar agua y prepara algo de comer para tu hermano, que está en los huesos. Cuando engorde me lo comeré". Gretel se puso a llorar desconsolada, pero tampoco le sirvió de nada, tendría que hacer lo que la bruja mandara y hacer de cocinera para su hermano.
Las mejores viandas se cocinaban para Hansel y mientras Gretel se tenía que conformar con peladillas; aunque por las noches, y sin que la vieja le viera, la niña rascaba un poco la pared y cenaba chocolate. La bruja tampoco parecía comer nada de lo que Gretel cocinara, ni tampoco comía nada de los cimientos de la casa, se vé que estaba guardando el hambre para cuando le llegara el momento de comerse al niño. Todas las mañanas, la vieja iba hasta la puerta del establo en donde estaba Hansel recluido y le decía: "Hansel, saca el brazo por entre la reja para que pueda comprobar tu índice de masa corporal". Hansel, que ya iba teniendo unos buenos mofletes y unos brazos rollizos, sacaba un hueso de pollo para que la bruja, que recordemos que no veía tres en un burro, lo palpara. "¡Hay que ver este chico qué poco me come! Así no vas a crecer nunca".
Tras un mes de cebo hanseliano y viendo que el brazo del niño no engordaba, la vieja se hartó de esperar y llamó a Gretel. "¡Eh, tú, pst, Gretel! Vete preparando una buena cazuela que vas a hacer una gran cena. Me da igual si tu hermano está delgado o gordo, me lo voy a comer hoy que ya me suenan las tripas". La niña se puso a llorar desconsolada en lo que llevaba la oya que le habían pedido. "Si al menos nos hubieran despedazado las bestias del bosque, al menos habríamos muertos juntos". "Tú tranquila, hija, si tú serás la siguiente. Ahora enciende el horno". "Señora bruja, yo no sé cómo se enciende el horno, como siempre he cocinado en pucheros...." "Quita p'allá, niña boba. Esta juventud ya no sirve ni para tacos de escopeta. ¿Ves? Primero se da la llave del butano" Continuó la lección sobre el encendido del horno mientras la anciana se inclinaba hacia el fondo del horno - "...luego se enciende el fuego así...". Cuando Gretel vió el culo de la bruja en pompa le dió tal patadón que la metió de cabeza en el horno. Rapidamente cerró la puerta de hierro para impedir que la vieja saliera de allí. La bruja gritó, chilló y auyó mientras su pellejo se hacía corteza, pero Gretel no iba a salvarla; la niña había salido corriendo en busca de su hermano.

Gretel prepara los ingredientesLa vieja contorsionista cabe perfectamente dentro del horno.

Cuando Gretel abrío la puerta de la prisión en la que estaba su hermano, los dos celebraron la muerte de la bruja, se abrazarón, se besaron y se pusieron a dar saltos... no muchos porque Hansel había engordado bastante y le costaba respirar un poco y Gretel estaba hecha un esqueleto de lo poco que había comido durante su cautiverio. Como ya no tenían nada que temer, volvieron a entrar en la casa, que aunque olía a chamusquina no les importó. En todos los rincones de la casa encontraron montones y montones de perlas y piedras preciosas, así que se llenaron los bolsillos con todo lo que pudieron y Gretel también llenó su mandil. Cuando hubieron cogido todas las joyas de la bruja, emprendieron su camino de vuelta a la casa familiar.
Esta vez no estuvieron tantos días andando sin parar. Cruzaron un lago y empezaron a ver zonas del bosque que les resultaban familiares. Y por fin llegaron vieron a lo lejos su casa. Los niños se echaron a correr para abrazar a su padre. El pobre hombre no había tenido ni un momento de alegría desde que dejaran a los niños solos en el bosque, y además su mujer había muerto. Gretel sacudió entonces su mandil y un montón de joyas calleron a los pies de su padre. Hansel también se vació los bolsillos de perlas, gemas y piedras preciosas. Desde aquel momento se acabaron las penurias en casa de Hansel y Gretel, y vivieron felices y comieron perdices, y jamón, y langosta.

miércoles, abril 23, 2008

Hansel y Gretel (I)

É
rase una vez, hace mucho tiempo, un leñador muy pobre, muy pobre, que vivía en las afueras de un espeso bosque con su mujer y sus dos hijos; el niño se llamaba Hansel y la niña Gretel. Vivían los cuatro en una casita muy muy pobretona y en la que casi no tenían espacio ni para moverse. Llegaron las vacas flacas en la comarca y una época de hambruna que afectó enormemente a la familia del leñador.
Un día en que los padres habían mandado pronto a dormir a sus hijos, puesto que no tenían ni para darles de cenar y por aquel entonces no había tele para entretenerse, se sentaron a hablar seriamente sobre la situación en la que se encontraban.
"Ya no nos queda mucha comida en la despensa, marido, y no creo que aguantemos otro invierno. No habrá comida para los cuatro y nos moriremos todos de hambre", dijo la mujer. "Pues no sé qué podremos hacer. Es una época de hambre y están todos los habitantes de la comarca igual que nosotros. ¿Qué podríamos hacer?", preguntó el hombre, que era un poco calzonazos. "Te diré yo lo que haremos", dijo la mujer que era la que tomaba las decisiones en aquella casa, "nos desharemos de los niños. Sabrán buscarse la vida. Y nosotros tendremos qué comer si hay dos bocas menos en la casa". "Pero mujer... cómo nos vamos a deshacer de los niños con lo que les queremos...". "Muy fácil, tonto. Mañana llevaremos a los chicos al bosque, a la parte más profunda y más espesa. Allí les dejaremos, al lado de una fogata y con un bocadillo. Nosotros nos iremos a trabajar y les dejaremos allí solos. Como tienen muy mal sentido de la orientación, seguro que no sabrán encontrar el camino de vuelta a casa y así nos desharemos de ellos. Y esto no es que lo haya estado meditando desde hace mucho tiempo, ¿eh? que se me acaba de ocurrir ahora, no creas que no quiero a los niños. Y para que veas que no tengo mal corazón, el bocadillo que les dejemos será de chorizo, el último que nos queda". "Si tienes razón, querida, pero me dará mucha pena por los niños, sobre todo porque el bosque está lleno de animales salvajes que les pueden despedazar".
Los niños que no se podían dormir por el ruido que hacían sus tripas habían escuchado todo lo que hablaban su padre y su madrastra. Gretel se puso a llorar desconsolada. "No llores, Gretel", dijo Hansel, "Déjalo todo en mis manos que ya verás que no nos perderemos." Tan pronto como los adultos se quedaron dormidos, Hansel salió de casa y recogió un montón de piedrecitas blancas que había cerca de la casa. Las piedras, gracias a la luz de la luna, se veían perfectamente, puesto que eran fosforescentes. Cuando tuvo los bolsillos de los pantalones llenos de cantos, volvió a entrar en casa y se metió en el sobre.
Al día siguiente, bien pronto por la mañana, antes incluso de que amaneciera, la mujer fue a levantar a los niños. "Arriba niños, que os tenéis que perd... ehem, que vamos todos a recoger leña al bosque". Les dió a cada uno un cacho de pan y les dijo: "A ver cómo os lo administráis que es la última comida que nos queda y os tiene que servir, al menos, de desayuno, comida y merienda". Gretel guardó las dos raciones de pan porque Hansel ya tenía los bolsillos llenos de piedras. Todos juntos se encaminaron hacia el bosque, bueno, todos juntos no, porque Hansel andaba bastante despacio, le pesaban tanto los pantalones que tenía que ir sujetándoselos. El niño miraba de vez en cuando hacia atrás y tiraba una piedrecita blanca al suelo, así iba marcando el camino que estaban haciendo y aligeraba un poco el peso que llevaba. "Vamos hijo, que te quedas atrás y te vas a perder antes de ... ehem, acelera un poco" "Sí, papá, es que me ha dado un dolor aquí en el cuello..." "Mira que eres quejica, hijo, ¡tira para delante!" le dijo su madrastra, que siempre tenía una palabra de cariño para con los niños.
Cuando llegaron al centro del bosque, su padre les encargó que fueran a recoger unas ramas para hacer un fuego. Cuando cada uno hizo su parte, la madrastra dijo: "Y ahora quedaos sentaditos aquí al lado del fuego para que no os muráis de frío y mientras vuestro padre y yo nos adentraremos aun más en el bosque puesto que tenemos que trabajar cortando árboles. Cuando hayamos acabado vendremos a buscaros. A la hora de la comida os tomáis bocadillos que veréis cómo os alimentan".
Los niños obedecieron a su madrastra y se sentaron junto al fuego en lo que veían marcharse al matrimonio. A mediodía se comieron el pan. A lo lejos podían escuchar los golpes del hacha de su padre contra los árboles. Empezó a anochecer pero nadie venía a buscarles. Se hizo muy tarde y los niños empezaron a tener hambre. Hansel entonces se levantó del suelo y dijo: "Vamos, Gretel, que éstos no vienen a por nosotros". "Pero si no sabemos cómo volver a casa, nuestra familia jamás se ha caracterizado por el sentido de la orientación". "No te preocupes, hermana, que soy muy listo y he ido marcando el camino con piedrecitas blancas y como brillan en la oscuridad, podremos seguirlas y volver a casa". Hansel cogió de la mano a su hermana y fue siguiendo las señales que había ido dejando por la mañana.

Piedras fluorescentesHansel y Gretel siguen los "ojos de gato" del bosque.

Atravesaron todo el bosque y al amanecer llegaron a su casa. Su madrastra les abrió la puerta. "Vamos, hijos, ¿qué horas son estas de volver a casa? Os estuvimos esperando para cenar y ni una llamada que nos hicísteis, ni nada. Nos teníais muy preocupados". "Pero, madrastra, en el bosque no hay cabinas de teléfono". "¡Eso no es excusa!". El leñador se puso contentísimo cuando vió a sus hijos en casa y les abrazó tan fuerte que casi les estruja. Se había sentido tan mal padre por haber abandonado a sus churumbeles...
Pasaron un par de días y seguían con penurias económicas en la casa de Hansel y Gretel, así que la madrastra volvió a proponer lo de dejar a los niños a la buena de dios y su marido volvió a aceptar. Los dos hermanos volvieron a estar despiertos durante la conversación de los adultos y volvieron a enterarse de los planes tan poco paternales que tenía el matrimonio. Gretel volvió a tener un berrinche y Hansel volvió a consolarla. Hansel tenía en mente volver a salir a por piedrecitas como había hecho la vez anterior y que tan buen resultado les había dado, pero su madrastra había cerrado la puerta de la casa a cal y canto y el niño no pudo salir a por sus señales. Pero a pesar de todo se fue a dormir tranquilamente pues confiaba en su imaginación para salir de este tipo de situaciones. Todo saldría bien esta vez también.
Antes de que saliera el sol, su madrastra les despertó, les apañó y les dió un trozo de pan a cada uno. Esta vez el pedazo de pan era aún más pequeño que la vez anterior y ni siquiera tenía chorizo en su interior. La familia se puso en camino. Hansel entonces empezó caminar más despacio y a arrojar al suelo, de vez en cuando, miguitas de pan de su ración para el día. "¿Ya te estás quedando atrás otra vez?" "Es que me ha dado un tirón en la pierna, papá... por eso voy más despacito" Y tiraba otra miga de pan. Según Hansel tiraba el pan al suelo, llegaba un pájaro y se lo comía. El niño no se enteraba de nada, estaba muy seguro de su idea genial.

Festín para pájarosLos pájaros hasta le quitan a Gretel el pan de las manos.

Cuando llegaron a lo profundo del bosque, aún más profundo que la vez anterior, el padre volvió a encender un gran fuego y los niños se volvieron a sentar al calorcito mientras los adultos se adentraban para empezar a cortar madera.
A mediodía Gretel compartió su ración de pan con su hermano (que había usado todo su mendrugo para intentar marcar el camino). Se hizo de noche y nadie fué a por ellos y entonces Hansel cogió de la mano a su hermana y se dispuso a seguir las señales del camino a su hogar. "¿Pero dónde está el pan que usé para marcar el camino?" "¿Usaste el pan para marcar el camino? Con lo listo que parecías... el pan se lo habrán comido los animalitos del bosque... esos animalitos que nos pueden comer ahora a nosotros también" "Ahora que lo pienso, Gretel, el pan no era fosforescente así que no nos habría servido de nada de todas formas" Gretel le dió una colleja a su hermano por bobo y Hansel le dió una patada a su hermana por bruta. Tras una breve pelea fraternal se pusieron en camino intentando entrar en calor y comprobar si era verdad que el mal sentido de la orientación era hereditario.
Caminaron durantes horas y horas, pasaron varias veces por los restos de la fogata que había hecho su padre para que se mantuvieran calientes. Se pasaron la noche andando y buscando el camino. Al día siguiente también anduvieron sin parar de la mañana a la noche. Al final decidieron sentarse a descansar porque les dolían un montón los pies. A la mañana del tercer día desde que dejaron la casa paterna, y desde que comieron por última vez, les despertaron los cantos de un pájaro blanco que estaba posado en una rama de un árbol cercano. Los niños se quedaron embobados escuchando al ave y cuando ésta se echó a volar, los críos la siguieron.
El pájaro se posó en el tejado de una casita que estaba en un claro del bosque. Cuando los niños se acercaron a la casa se dieron cuenta de que ésta estaba hecha de chocolate, golosinas y turrón. El tejado estaba hecho con barritas de mars, las ventanas eran de caramelo transparente, las paredes estaban hechas de turrón y cubiertas de chocolate. La puerta de la casa era de galletas oreo y el pomo de la puerta era una gominola enorme.

Casita de chocolateA Hansel y Gretel se les pican las muelas ante tal expectáculo de azúcar.

... continuará...