Cuentitis aguda

viernes, julio 27, 2007

Hermano y Hermana (II)

Enlace a parte (I)

T
an pronto como los cazadores vieron al ciervo con la cinta dorada al cuello empezaron a perseguirle. El ciervo era mucho más rápido que ellos y no podían alcanzarle. Aunque al final del día uno de los cazadores consiguió herirle en una pata. Como el ciervo iba más despacio, pudieron seguirle hasta la casita del bosque y le oyeron llamar: "Querida hermana, abre que ya he vuelto". Vieron que la puerta se abría y se cerraba inmediatamente después de que el animal hubo entrado en la casa.
Los cazadores fueron con el cuento de todo lo que habían visto al rey. Mientras, Hermana estaba muy preocupada por cómo había resultado herido su hermano, y aunque la herida era muy superficial, temía qué pasaría si Hermano volvía a salir a la cacería. Le curó la pata antes de que se echara a dormir.
A la mañana siguiente la herida estaba completamente curada y Hermano, tan pronto como oyó los sonidos de la cacería, dijo: "Debo ir con ellos hoy también, no lo puedo resistir. Tendré cuidado para que no me alcancen, no te preocupes". "Van a acabar matándote y entonces me quedaré sola en el bosque, indefensa. No te dejaré marchar". "Pues entonces me volveré loco y moriré, porque cada vez que escucho el sonido de las cornetas, me da un no se qué por dentro que no me puedo resistir y tengo que salir a la cacería". Hermana vió que no tenía nada que hacer y le dejó ir. Hermano salió por la puerta de la casa dando saltitos cual gacelo, loco de contento.
El rey dió órdenes a sus compañeros de cacería de perseguir al ciervo de la cinta dorada durante todo el día hasta que se hiciera de noche, pero bajo ningún concepto deberían herirle. Los cazadores eran fieles a su rey (que cortaba cabezas si no era obedecido) e hicieron como él dijo. Cuando anocheció, el rey pidió a los cazadores que habían seguido al ciervo hasta la casita que le llevaran hasta aquel lugar. Una vez frente a la puerta de la casita del bosque, el rey llamó a la puerta y voceó: "Querida hermana, abre que ya he vuelto". La puerta se abrió y el rey entró en la casa. Ante sí vió a la doncella más hermosa que jamás había conocido. Hermana estaba un poco contrariada al ver a un coronado en vez de a un astado. El rey, que era algo rapidito para estas cosas, la miró con ojitos tiernos y le dijo: "¿Te gustaría venir a mi castillo y ser mi amante esposa?". "¡Oh, sí!" - contestó ella, que no era más lenta que él. - "Pero mi ciervo debe venir conmigo. No debemos separarnos". "Pues claro, que venga él también y vivamos los tres felices y contentos en el castillo." Así que el rey tomó en brazos a su futura y la subió a su corcel. Hermana tomó el extremo de la cinta dorada que llevaba al cuello su hermano (que acababa de volver de la cacería) y todos juntos se fueron al castillo. Los desposorios se celebraron rápidamente y la pareja de recién casados era feliz. También el cuñado de cuatro patas era feliz pues podía corretear a gusto por todos los jardines del palacio real.


FamiliaLos hermanos son felices viviendo como reyes.

Pero la historia no acaba aquí, no señor. Mientras tanto, la madrastra de Hermana y Hermano, la causante de las desgracias de los chicos, que hasta aquel momento era feliz pensando que Hermana había muerto por un ataque de fieras salvajes del bosque y que a Hermano le habían matado a tiros los cazadores del rey, cuando se enteró del gran bodorrio, se puso verde de envidia y no hacía más que pensar en nuevas maldades con las que hacer a sus hijastros desgraciados otra vez.
La madrastra tenía una hija natural, que era tan mala malísima como su madre y a quien además le faltaba un ojo, y que no hacía más que quejarse de la injusticia de que la boba de Hermana fuera reina y ella no. Su madre le hizo callar y prometió que habría un momento para que las tornas cambiaran.
Y llegó un día en que el rey había salido de cacería para variar y en el que la reina se puso precisamente de parto y dió a luz a un niño monísimo. La madrastra malvada vió la oportunidad que andaba buscando y tomó la forma de una dama de compañía de la reina, corrió a la habitación-paritorio de la reina y le dijo: "Majestad, su baño está listo, verá qué bien le sienta un baño calentito y qué pronto se recupera usted del alumbramiento". La reina, que no estaba para muchos trotes, se dejó llevar hasta el baño. La madrastra y su hija la metieron en la bañera de agua calentita y la encerraron allí sola, en el baño, a cal y canto. Dejaron allí a la reina hasta que se le arrugaron los dedillos y las manos y hasta que finalmente se ahogó.
Una vez que la reina estaba ya muerta, la madrastra hizo que su hija adoptara la forma de la reina. La muy bruja era poderosa con su magia, pero no tanto como para conseguir rehacer el ojo que le faltaba a su hija. La impostora tomó su lugar en el lecho de la reina.
Mientras, el rey, que había oído por ahí que por fin había sido padre, volvió al castillo a ver a su vástago. El rey era un poco despistado y nunca prestaba atención a los pequeños detalles, por eso no se dió cuenta de que a su señora esposa le faltaba un ojo.
A medianoche, cuando todo el mundo dormía, y sólo la nodriza estaba junto al bebé heredero, la puerta de la habitación del niño se abrió y entró la verdadera reina. Tomó al niño en sus brazos y lo acunó, luego lo acostó y lo arropó. Antes de salir, se acercó al ciervo, que dormía en un rincón de la misma habitación (por aquel entonces nadie lo consideraba antihigiénico), y le acarició el lomo. La reina abandonó silenciosamente la habitación. A la mañana siguiente la doncella preguntó a los centinelas de la habitación del delfín si había entrado alguien por allí, pero ellos dijeron que no.


ApariciónAparición "mariana" de Hermana.

Durante muchas noches la madre fue a acunar a su hijo y a acariciar el lomo de su hermano, pero nunca dijo ni una palabra a la doncella, que estaba cagadita de miedo y no había dicho nada a nadie sobre las extrañas visitas (en aquellos tiempos, las reinas no solían ir a las habitaciones de sus hijos y sus ciervos a hacerles cariños). Pero una noche, la visitante se decidió a abrir la boca y dijo: "¿Está mi hijo bien? ¿Está mi ciervo bien? Volveré dos veces y luego que os den". En cuanto la reina salió de la habitación, la nodriza fue corriendo a contarle todo lo que había visto y oído al rey. Éste decidió pasar la noche en la habitación de su hijo para ver qué eran esas cosas raras que contaba su empleada del hogar.
Por la noche, el rey fue a la habitación del bebé y a medianoche volvió a aparecer la reina que dijo: "¿Está mi hijo bien? ¿Está mi ciervo bien? Volveré una vez y luego que os den". La reina acunó y cuidó de su bebé, luego acarició al ciervo y por último se fue de la habitación sin decir nada más. El rey no había podido abrir la boca de lo sorprendido que estaba, y decidió quedarse la noche siguiente también.
Cuando aquella noche la reina volvió a entrar en la habitación de su hijo, dijo: "¿Está mi hijo bien? ¿Está mi ciervo bien? Ya he vuelto una vez y ahora que os den". El rey entonces se levantó del butacón en el que estaba sentado y dijo: "Tú no puedes ser otra más que mi amante esposa". "Sí, soy tu amante esposa" y en ese momento la reina volvió a la vida, tan sana y hermosota como siempre. Le contó a su esposo todo lo que le habían hecho su madrastra y su hermanastra que eran un par de harpías. El rey las hizo detener inmediatamente y tras un juicio justo las condenaron a las dos a muertes horribles: la hermanastra fue abandonada en el bosque donde las alimañas la devoraron y la madrastra fue quemada en una pira en el medio del pueblo. Tan pronto como la bruja fue reducida a cenizas, el hechizo se rompió y Hermano recuperó por fin su forma humana. Y apartir de entonces Hermano y Hermana fueron felices para siempre jamás.