El Gato con Botas (I)

abía una vez un molinero que en el lecho de muerte repartió sus posesiones entre sus tres hijos. Al mayor le dejó el molino y la casa puesto que para eso era el primogénito. Al hijo mediano le dejó en herencia un burro. Y al hijo menor le dejó en herencia el gato de la casa y todas las deudas.
Según iba el moribundo comunicando a sus vástagos sus últimas voluntades, éstos se lo iban agradeciendo; todos menos el pequeño que cuando iba a empezar a agradecer a su padre su extrema generosidad para con él, el anciano se murió y el chico no le pudo decir lo que pensaba.
El hermano menor, cuando se quedó en la calle sólo con su gato se dijo: "Jo, que suerte que tienen mis hermanos que si se asocian con el molino y el burro pueden seguir el negocio familiar, pero ¿y qué hago yo con este gato?... como no me lo coma...". "No os preocupéis por el dinero y el porvenir, mi amo" - dijo el gato mientras su nuevo dueño se quedaba con la bocaza abierta - "Podría librarte de todas esas deudas que acabas de heredar primero si no me comes y segundo si me proporcionas un saco y unas botas de caña alta". "Puedo entender que me pidas un saco pero, ¿para qué quieres tú unas botas?". "Pues verás, es que me llamo Gatocón y, bueno, quiero unas botas para que mi nombre no suene tan raro".
El amo del gato, que era bastante inocentón, accedió a gastarse el poco dinero que le quedaba en comprarle al felino un saco y un par de botas de caña alta.
Al día siguiente Gatocón se calzó las botas y se fue con su saco por el monte. Con la táctica de dejar el saco abierto con cebo y esconderse, el felino consiguió cazar un hermoso conejo. Tras haber matado a la presa, Gatocón se fue hasta el palacio donde vivía el rey con su hermosa hija (la princesa más bella que jamás existió y que estaba soltera). Los guardias dejaron pasar a Gatocón hasta el salón del trono puesto que un gato que hablara y llevara botas debía ser digno de presentarse ante el rey. Una vez ante el monarca, Gatocón dijo: "Alteza, mi amo, el Marqués de Carabás, ha cazado esta hermosa pieza y me ha encargado que os la ofrezca". El rey le dio las gracias por el conejo y le dio una propineja como agradecimiento.
Al día siguiente, Gatocón utilizó nuevamente su táctica de caza y esta vez consiguió dos perdices. Nuevamente se fue a ver al rey para ofrecerle las piezas. El rey pidió a Gatocón que le diera infinitas gracias al marqués de su parte, y dio al felino una propina.
Gatocón se pasó haciendo ofrendas caceriles al monarca un par de meses. El rey ya se había aprendido el nombre del marqués de memoria y siempre le tenía presente en sus pensamientos durante los banquetes palaciegos.
Llegó un día en el que Gatocón le dijo a su amo que era el momento de dar un paso más para conseguir tener un futuro seguro y deshacerse de las deudas heredadas. Gatocón se había enterado de que aquel día iba a ir a pasear cerca del río el rey con su hija, la hermosísima princesa. Sin informar de sus planes, llevó a su amo al río para que el jóven se hiciera unos largos. Una vez que su dueño estaba en el agua bucenado y gozando del líquido elemento, Gatocón cogió todos los ropajes del jóven, el cual los había dejado dobladitos a la orilla antes de meterse al agua, y los escondió tras una piedra. Como el felino vio que el carruaje del rey se estaba aproximando a la zona según sus planes, se puso a chillar. "¡Socorro, socorro, que el señor Marqués de Carabás se ahoga!".
El rey sacó la cabeza por la ventanilla de su carroza y dio órdenes a sus sirvientes para que sacaran al Marqués del agua mientras éste estaba haciendo natación sincronizada sin enterarse de la copla. El gato se acercó al rey en lo que su amo era rescatado de las aguas y le contó que unos ladrones habían robado a su señor todas las ropas y que luego le habían tirado al agua desnudo. El rey pidió a sus sirvientes que le dieran al Marqués unas ropas muy lujosas que llevaban en la carroza y que eran precisamente de la talla del jóven. "Siempre solemos llevar ropas de más por si pasa una cosa de éstas, para que aquí mi hermosa hija no vea cosas que no le corresponden ver hasta que no esté casada, que la chica es muy casta."
... continuará...
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