Cuentitis aguda

viernes, noviembre 30, 2007

La Sirenita (IV)

Enlace a parte (I), (II) y (III)

Llegó el momento en que el príncipe debía contraer matrimonio para dar herederos al reino y dejar de vivir de la sopa boba. Su esposa sería la hija de un rey vecino a la que él no había visto jamás y de la que se decía que era muy hermosa. Fletaron un barco para ir en comitiva a hacer la visita al reino vecino y volver con la princesa como esposa del heredero.
"Debo ir a ese reino vecino a conocer a esa princesa que mis padres quieren que sea mi esposa" - le dijo el príncipe a la sirenita - "pero en ningún caso podrán obligarme a que me case con ella. No puedo quererla porque no es como la doncella que me salvó cerca de aquel convento y a la que tú te pareces con esos ojos tan expresivos". El príncipe besó en los labios a la sirentia, le acarició el pelo y la abrazó fuertemente, mientras ellas soñaba con la felicidad humana y aquel famoso alma inmortal. "Tú no tienes miedo del mar, ¿verdad?" - preguntó el príncipe a la sirenita. Ella negó con la cabeza. "Si tú supieras, majo" - pensó ella.
La sirenita fue en el barco junto al príncipe y demás familia, criados y tripulación, al reino vecino de donde era la princesa que querían los reyes como nuera.
Por la noche, la sirenita se asomó por la borda y vió que allí estaban todas sus hermanas saludándola. Ella quería decirles lo contenta que estaba y lo feliz que era junto a su príncipe, pero como era mudita, sólo pudo saludar con la mano.
A la mañana siguiente el barco atracó en el reino vecino. Había fiesta y jolgorio por la llegada de la realeza forastera. La princesa aun no había aparecido, iba en camino puesto que hasta ese mismo día había sido educada en una hogar religioso para que tuviera todas las virtudes que una reina debe tener. Por fin apareció la heredera. La sirenita estaba ansiosa por verla a ver si era verdad todo lo que se decía de su belleza. La sirena tuvo que admitir que la doncella era una verdadera monada, con una piel blanquísima y muy fina, y bajo sus pestañas larguísimas y muy negras, unos ojazos de un azul profundo. Además la princesa tenía muy buen tipo.
"Fuiste tú" - dijo el príncipe al verla - "quien me salvó la vida cuando estaba sin conocimiento en la arena". Y tomó a la princesa en sus brazos. Y mirando a la sirenita dijo: "¡Qué feliz que soy! Seguro que tú también eres muy feliz por mí, puesto que eres mi gran amiga"
La sirenita sufrió nuevamente un dolor enorme. Más grande del que jamás hubiera sentido antes. El príncipe se casaría con la otra y ella se convertiría en espuma de mar al día siguiente.
Se celebró el casorio real. La sirenita fue quien ayudó a la princesa a llevar el velo. Había música y alegría por todas partes, pero la sirenita no escuchó la música ni sintió felicidad, pues no dejaba de pensar en que había perdido todo en el mundo y que iba a morir muy pronto.
Aquella misma tarde embarcaron todos junto a los recién casados rumbo al palacio del príncipe. Por la noche hubo fiesta en el barco en honor del jóven matrimonio. La sirenita recordó la fiesta que vió el primer día que salió a la superficie y pensó lo mucho que habían cambiado las cosas para ella. Bailó con la música sin importarle el dolor que le producía aquello en sus piernas puesto que era más fuerte el dolor que sentía en su corazón al pensar que su príncipe se había casado con otra. Sabía que ésa sería la última vez que vería al príncipe por quien había renunciado a su familia, a su vida de sirena e incluso a su voz, y por quien había pasado miles de dolores y sufrimientos, cosa de la que él no tenía ni la más remota idea.
Aquella sería la última noche en que respirara el mismo aire que su príncipe y viera el mismo cielo que él y escuchara la misma música que él.
La fiesta terminó y los recien casados se retiraron a su camarote. La sirenita fue a asomarse por la borda y esperar aquel primer rayo de sol que acabaría con su vida. Allá abajo, nadando en el mar, vió a todas sus hermanas que estaban tan pálidas como ella. Ninguna de las sirenas conserbaba su larga melena, se habían cortado el pelo.
"Hemos vendido nuestro pelo a la bruja del mar para conseguir ayuda para que no mueras hoy. La bruja nos ha dado este afilado cuchillo, ¡toma!. Con él deberás atravesar el corazón del príncipe y cuando su sangre caiga sobre tus pies, tus piernas volverán a ser la cola de sirena que una vez tuviste. Volverás a ser sirena, a vivir con nosotras los trescientos años que aún te quedan por delante. Pero debes de darte prisa porque dentro de unos minutos amanecerá. ¡Rápido!"

Cuchillo salvadorLas sirenas tienen la salvación para su hermana.

La sirenita tomó el cuchillo y fue hacia el camarote del príncipe y de su nueva esposa. Allí dormía su amado abrazado a la otra. La sirenita se inclinó y le besó la frente. Cada vez el cielo era más claro, los rayos del sol empezaban a aparecer. Levantó el cuchillo, miró al príncipe otra vez y en ese momento le escuchó decir en sueños el nombre de su jóven esposa. La tenía a ella en sus pensamientos. La sirenita lanzó el cuchillo al mar tan lejos como pudo. Miró por última vez a su príncipe a quien aun quería y a quien aun veía tan guapo... y se lanzó ella misma al océano mientras se iba convirtiendo en espuma de mar.

Espuma de marLa sirenita se convierte en espuma de mar.

(Si te gusta este final, no hace falta que sigas leyendo)

Mientras la sirenita se iba disolviendo, vio a su alrededor a un montón de bellos seres transparentes que flotaban en el cielo y cuchicheaban entre sí. "Somos las hijas del aire, pequeña sirenita" - le dijeron los seres. "Una sirenita como tú no tiene un alma inmortal (como muy bien sabes) y sólo puede conseguir una si consigue que un humano (a ser posible un príncipe guapetón) la quiera más que a su vida, más que al aire que respira y más que a la mare suya. Nosotras tampoco tenemos un alma inmortal, pero podemos crear uno para nosotras mismas. Si estamos trescientos años venga a hacer buenas acciones, tendremos un alma inmortal y podremos unirnos con los demás humanos en el mas allá. Nosotras somos quienes llevamos el aroma de las flores. Como nos das mucha penita por tu empeño en conseguir el alma inmortal, queremos que te unas a nosotras y estés trescientos años haciendo el bien. Podrás entrar en las habitaciones de los humanos sin ser vista y convivir con ellos". "¡Me apunto!" - dijo la sirenita, que prefería aquello a ser espuma de mar.
Lo primero que hizo fue entrar al camarote de su príncipe dormido y darle un beso en la frente. A la sirenita le esperaban tres siglos de vida como hija del aire y luego, si se portaba bien, un alma inmortal.
Cuando una hija del aire entra en una casa y ve que un niño se porta bien y que sus padres están orgullosos de él, un año se resta de esos trescientos años buenechores y antes consigue el alma inmortal. Pero si entra en una casa donde un niño se porta mal, la hija del aire llora lagrimones como puños. Por cada lágrima que derrame, un año más se le añadirá a lo que le quede para conseguir ser feliz en el sarao del más allá. Así que nenes y nenas, ya sabeis, a portarse bien que la sirenita acaba de convertirse en hija del aire y no se sabe cuándo puede entrar en vuestras casas.

Hijas del aireLas hijas del aire le hacen una proposición a la sirenita-espumilla.