Cuentitis aguda

domingo, enero 18, 2009

Blanvanieves (II)

Enlace a parte (I)


A
la mañana siguiente, los enanos madrugaron a pesar de ser domingo y cuando Blancanieves se despertó, ellos ya estaban esperándola, preocupados por el sueño tan profundo de la chica. Cuando Blancanieves vio tanto enano junto se asustó, pero se tranquilizó cuando ellos le preguntaron por su nombre y fueron tan amigables. "Me llamo Blancanieves", dijo ella. "¿Y cómo es que has llegado a nuestra casita que está en medio del bosque?" Y entonces Blancanieves les contó la historia, que su madrastra quería matarla pero que el cazador le había dejado huir y que después de correr hasta acabar agotada había encontrado la casita de los enanitos. Los enanos, después de sopesar las cosas le propusieron un trato: "Si cuidas la casa, barres, friegas, planchas, limpias, haces las camas y la comida, limpias los cristales y el baño, zurces nuestros calcetines...; entonces podrás quedarte a vivir con nosotros y te proporcionaremos todo lo que necesites". Blancanieves, que no había fregado un plato en su vida, pues no olvidemos que era la hija de un rey y que vivía en un castillo con miles de sirvientes alrededor, aceptó al instante puesto que la vida de ama de casa no la vio tan dura. "Sí, claro que acepto".
Blancanieves cuidaba de la limpieza y el orden en la casa. Todas las mañanas los enanos se iban a las montañas a trabajar buscando mineral y no volvían a casa hasta por la noche. Como Blancanieves se quedaba sola en casa durante todo el día y era un poco naif, le tuvieron que dejar dicho: "No abras la puerta a nadie, Blancanieves, a ver si va a saber tu madrastra dónde estás y va a intentar matarte otra vez".
Mientras tanto, la reina, que estaba convencida de haberse merendado las entrañas de su hijastra, se animó a preguntarle al espejo nuevamente y confirmar así su belleza sin igual. "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". Y el espejo le contestó: "Pues siento decirte que la más guapa sigue siendo Blancanieves que vive en la casa de los siete enanitos.". "¿Pero qué me estás contando? ¿Esa boba viva? El cazador me ha traicionado, está visto que si me quiero librar de esa tonta lo tendré que hacer yo misma".

Madrastra y espejo mágicoLa reina consultando al chivato de su espejo mágico.

La madrastra pensó y pensó estrategias para librarse de Blancanieves. Por fin, después de mucho pensar y no poder descansar de tanta envidia que le corroía llegó a la solución. Se pintó arrugas en la cara, se puso ropas para parecer una vieja vendedora ambulante, tan bien lo hizo que nadie podría jamás reconocerla. Y con este disfraz se fue por el bosque, atravesando las siete colinas, hasta la casa de los siete enanitos y allí llamó a la puerta. "¡A la rica baratija! Vendo fruslerías baratas para las chicas guapas". Blancanieves se asomó por la ventana: "¿Qué cosas vendes, anciana?". "Hola guapa, vendo cositas muy monas que seguro que te encantan". Blancanieves, que se caracterizaba por su belleza pero no por su inteligencia, pensó para sí: "Voy a dejar pasar a esta anciana que no se parece en nada a mi madrastra y que, es más, parece buena gente". La chica dejó pasar a la vieja, la cual le enseñó la mercancía: "Mira qué mona esta cinta para el vestido, es perfecta para tí, además combina a la perfección con lo que llevas puesto. Deja que te la ponga yo misma". La vieja le ató la cinta tan fuerte que Blancanieves no pudo respirar y cayó al suelo como si estuviera muerta. "Ahora soy yo las más guapa" y la madrastra se fué corriendo a su castillo.

Madrastra, Blancanieves y primer intentoAprieta más fuerte, Mammy, que tengo que ser la más guapa de la fiesta.

Un rato después, al anochecer, llegaron los siete enanitos de vuelta del trabajo. De pronto vieron que Blancanieves estaba en el suelo, ¡qué susto se llevaron! La chica parecía que estaba muerta, no respiraba ni se movía. Se dieron cuenta entonces que tenía el lazo del vestido apretado muy fuerte y entre los siete le aflojaron el corsé. Entonces Blancanieves pudo respirar nuevamente. Cuando los enanos escucharon la historia dijeron: "Esa vendedora era tu madrastra, Blancanieves, es que eres muy cándida. Te habíamos dicho que no habrieras la puerta de la casa a no ser que estemos nosotros. Ten más cuidado y no dejes que nadie entre en casa". Blancanieves les juró y perjuró que no volvería a abrir la puerta.
Mientras tanto, la malvada madrastra había llegado al castillo. Le fue difícil convencer a los guardas de que le dejaran pasar puesto que con los harapos que se había puesto y las patas de gallo que se había pintado nadie se creía que era realmente la reina. Una vez en sus aposentos volvió a consultar con su asesor de imágen: "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". "Ya te he dicho, mi reina, que la más guapa es Blancanieves que vive en la casa de los enanitos y que a pesar de pasarse el día fregando platos, no se le estropean las manos; a pesar de barrer varias veces al día no se daña la espalda; a pesar de hacer las camas de siete personas diariamente, no se le rompen las uñas; y a pesar de que tiene cosas que hacer durante todo el día siempre está depiladísima y con la raya del ojo bien hecha". "¡Pero si acabo de matarla!". "No la has matado, los enanitos la han salvado." "¡Ay, qué leche con la niña! Idearé un plan aún más complejo que el anterior y acabaré con esa niñata de una vez por todas".
Como la malvada madrastra a parte de reina era también bruja, hizo un peine envenenado, y se volvió a disfrazar nuevamente, aunque esta vez de forma completamente distinta (con un vestido azul oscuro). Volvió entonces a cruzar el bosque y las siete colinas y volver a llamar a la puerta de la casita para que Blancanieves le abriera. "¡A la rica baratija! Vendo fruslerías baratas para las chicas guapas". Blancanieves se asomó y dijo. "Váyase, buena mujer, que no puedo abrir a nadie". "Pero sí que podrás mirar" y diciendo esto, la vieja sacó el peine envenenado y se lo mostró a la chica. A Blancanieves le gustó tanto el peine que se dejó llevar, abrió la puerta y dejó a la anciana que entrara en la casita. "Te voy a peinar un poquito para que veas la calidad del peine". Blancanieves era tan ingenua que no notó ningún patrón de comportamiento en la situación y dejó que la vendedora le pasara el peine por la cabeza. En cuanto el veneno del peine tocó el pelo de Blancanieves, ésta cayó al suelo sin sentido. "Toma esa, se te acabó la belleza y la tontería de una vez por todas" y la reina se fue corriendo de vuelta al castillo.
Ya era casi de noche y los enanos llegaron de vuelta de la dura jornada laboral. Cuando vieron nuevamente a Blancanieves tendida en el suelo, enseguida pensaron que había sido la madrastra. Buscaron y encontraron el peine envenenado que aún estaba prendido del negro pelo de Blancanieves. Se lo quitaron y la chica recobró el sentido y les contó lo que había pasado. Ellos volvieron a advertirle sobre lo malo que era abrir la puerta a vendedoras de baratijas porque resultaban ser siempre la madrastra en persona dispuesta a matarla.

Peine envenenadoBlancanieves no se caracteriza por su agudeza de ingenio ni los enanitos por su belleza.

Volvamos con la madrastra, que ya había conseguido llegar a su habitación tras volver a convencer a los guardias de turno de que no era una mendiga sino la hermosa reina. "Espejo, espejito, ¿quién es la más guapa del distrito?". "Mi reina, las más bella entre las bellas, hermosa entre las hermosas, dulce entre las dulces..." - la madrastra estaba casi en éxtasis viendo cómo le doraba la píldora el espejo mágico - "... sigue siendo Blancanieves, que a pesar del peine envenenado ni se ha muerto, ni se le ha caido el pelo a mechones, ni nada". "¡¿Pero es que esta cría no se va a morir nunca?!. Claro, rodeada de tanto número siete cómo no va a tener suerte!?!. Pues ya tengo pensado otro plan, esta vez será infalible y acabaré con ella aunque me cueste la vida. ¿Cómo puede ser una niñata tan odiosa?"
Entonces la reina-madrastra se retiró a su sala secreta a la que nunca nadie había entrado, excepto la soberana misma y la señora de la limpieza (porque sería madrastra, bruja y malvada, pero no era una marrana que tuviera la sala llena de polvo y telarañas). Y allí creó una manzana envenenada. La manzana tenía un aspecto muy apetitoso, sobre todo por su lado más rojo, pero si alguien probaba un pedacito, moriría al instante.

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