Cuentitis aguda

miércoles, abril 23, 2008

Hansel y Gretel (I)

É
rase una vez, hace mucho tiempo, un leñador muy pobre, muy pobre, que vivía en las afueras de un espeso bosque con su mujer y sus dos hijos; el niño se llamaba Hansel y la niña Gretel. Vivían los cuatro en una casita muy muy pobretona y en la que casi no tenían espacio ni para moverse. Llegaron las vacas flacas en la comarca y una época de hambruna que afectó enormemente a la familia del leñador.
Un día en que los padres habían mandado pronto a dormir a sus hijos, puesto que no tenían ni para darles de cenar y por aquel entonces no había tele para entretenerse, se sentaron a hablar seriamente sobre la situación en la que se encontraban.
"Ya no nos queda mucha comida en la despensa, marido, y no creo que aguantemos otro invierno. No habrá comida para los cuatro y nos moriremos todos de hambre", dijo la mujer. "Pues no sé qué podremos hacer. Es una época de hambre y están todos los habitantes de la comarca igual que nosotros. ¿Qué podríamos hacer?", preguntó el hombre, que era un poco calzonazos. "Te diré yo lo que haremos", dijo la mujer que era la que tomaba las decisiones en aquella casa, "nos desharemos de los niños. Sabrán buscarse la vida. Y nosotros tendremos qué comer si hay dos bocas menos en la casa". "Pero mujer... cómo nos vamos a deshacer de los niños con lo que les queremos...". "Muy fácil, tonto. Mañana llevaremos a los chicos al bosque, a la parte más profunda y más espesa. Allí les dejaremos, al lado de una fogata y con un bocadillo. Nosotros nos iremos a trabajar y les dejaremos allí solos. Como tienen muy mal sentido de la orientación, seguro que no sabrán encontrar el camino de vuelta a casa y así nos desharemos de ellos. Y esto no es que lo haya estado meditando desde hace mucho tiempo, ¿eh? que se me acaba de ocurrir ahora, no creas que no quiero a los niños. Y para que veas que no tengo mal corazón, el bocadillo que les dejemos será de chorizo, el último que nos queda". "Si tienes razón, querida, pero me dará mucha pena por los niños, sobre todo porque el bosque está lleno de animales salvajes que les pueden despedazar".
Los niños que no se podían dormir por el ruido que hacían sus tripas habían escuchado todo lo que hablaban su padre y su madrastra. Gretel se puso a llorar desconsolada. "No llores, Gretel", dijo Hansel, "Déjalo todo en mis manos que ya verás que no nos perderemos." Tan pronto como los adultos se quedaron dormidos, Hansel salió de casa y recogió un montón de piedrecitas blancas que había cerca de la casa. Las piedras, gracias a la luz de la luna, se veían perfectamente, puesto que eran fosforescentes. Cuando tuvo los bolsillos de los pantalones llenos de cantos, volvió a entrar en casa y se metió en el sobre.
Al día siguiente, bien pronto por la mañana, antes incluso de que amaneciera, la mujer fue a levantar a los niños. "Arriba niños, que os tenéis que perd... ehem, que vamos todos a recoger leña al bosque". Les dió a cada uno un cacho de pan y les dijo: "A ver cómo os lo administráis que es la última comida que nos queda y os tiene que servir, al menos, de desayuno, comida y merienda". Gretel guardó las dos raciones de pan porque Hansel ya tenía los bolsillos llenos de piedras. Todos juntos se encaminaron hacia el bosque, bueno, todos juntos no, porque Hansel andaba bastante despacio, le pesaban tanto los pantalones que tenía que ir sujetándoselos. El niño miraba de vez en cuando hacia atrás y tiraba una piedrecita blanca al suelo, así iba marcando el camino que estaban haciendo y aligeraba un poco el peso que llevaba. "Vamos hijo, que te quedas atrás y te vas a perder antes de ... ehem, acelera un poco" "Sí, papá, es que me ha dado un dolor aquí en el cuello..." "Mira que eres quejica, hijo, ¡tira para delante!" le dijo su madrastra, que siempre tenía una palabra de cariño para con los niños.
Cuando llegaron al centro del bosque, su padre les encargó que fueran a recoger unas ramas para hacer un fuego. Cuando cada uno hizo su parte, la madrastra dijo: "Y ahora quedaos sentaditos aquí al lado del fuego para que no os muráis de frío y mientras vuestro padre y yo nos adentraremos aun más en el bosque puesto que tenemos que trabajar cortando árboles. Cuando hayamos acabado vendremos a buscaros. A la hora de la comida os tomáis bocadillos que veréis cómo os alimentan".
Los niños obedecieron a su madrastra y se sentaron junto al fuego en lo que veían marcharse al matrimonio. A mediodía se comieron el pan. A lo lejos podían escuchar los golpes del hacha de su padre contra los árboles. Empezó a anochecer pero nadie venía a buscarles. Se hizo muy tarde y los niños empezaron a tener hambre. Hansel entonces se levantó del suelo y dijo: "Vamos, Gretel, que éstos no vienen a por nosotros". "Pero si no sabemos cómo volver a casa, nuestra familia jamás se ha caracterizado por el sentido de la orientación". "No te preocupes, hermana, que soy muy listo y he ido marcando el camino con piedrecitas blancas y como brillan en la oscuridad, podremos seguirlas y volver a casa". Hansel cogió de la mano a su hermana y fue siguiendo las señales que había ido dejando por la mañana.

Piedras fluorescentesHansel y Gretel siguen los "ojos de gato" del bosque.

Atravesaron todo el bosque y al amanecer llegaron a su casa. Su madrastra les abrió la puerta. "Vamos, hijos, ¿qué horas son estas de volver a casa? Os estuvimos esperando para cenar y ni una llamada que nos hicísteis, ni nada. Nos teníais muy preocupados". "Pero, madrastra, en el bosque no hay cabinas de teléfono". "¡Eso no es excusa!". El leñador se puso contentísimo cuando vió a sus hijos en casa y les abrazó tan fuerte que casi les estruja. Se había sentido tan mal padre por haber abandonado a sus churumbeles...
Pasaron un par de días y seguían con penurias económicas en la casa de Hansel y Gretel, así que la madrastra volvió a proponer lo de dejar a los niños a la buena de dios y su marido volvió a aceptar. Los dos hermanos volvieron a estar despiertos durante la conversación de los adultos y volvieron a enterarse de los planes tan poco paternales que tenía el matrimonio. Gretel volvió a tener un berrinche y Hansel volvió a consolarla. Hansel tenía en mente volver a salir a por piedrecitas como había hecho la vez anterior y que tan buen resultado les había dado, pero su madrastra había cerrado la puerta de la casa a cal y canto y el niño no pudo salir a por sus señales. Pero a pesar de todo se fue a dormir tranquilamente pues confiaba en su imaginación para salir de este tipo de situaciones. Todo saldría bien esta vez también.
Antes de que saliera el sol, su madrastra les despertó, les apañó y les dió un trozo de pan a cada uno. Esta vez el pedazo de pan era aún más pequeño que la vez anterior y ni siquiera tenía chorizo en su interior. La familia se puso en camino. Hansel entonces empezó caminar más despacio y a arrojar al suelo, de vez en cuando, miguitas de pan de su ración para el día. "¿Ya te estás quedando atrás otra vez?" "Es que me ha dado un tirón en la pierna, papá... por eso voy más despacito" Y tiraba otra miga de pan. Según Hansel tiraba el pan al suelo, llegaba un pájaro y se lo comía. El niño no se enteraba de nada, estaba muy seguro de su idea genial.

Festín para pájarosLos pájaros hasta le quitan a Gretel el pan de las manos.

Cuando llegaron a lo profundo del bosque, aún más profundo que la vez anterior, el padre volvió a encender un gran fuego y los niños se volvieron a sentar al calorcito mientras los adultos se adentraban para empezar a cortar madera.
A mediodía Gretel compartió su ración de pan con su hermano (que había usado todo su mendrugo para intentar marcar el camino). Se hizo de noche y nadie fué a por ellos y entonces Hansel cogió de la mano a su hermana y se dispuso a seguir las señales del camino a su hogar. "¿Pero dónde está el pan que usé para marcar el camino?" "¿Usaste el pan para marcar el camino? Con lo listo que parecías... el pan se lo habrán comido los animalitos del bosque... esos animalitos que nos pueden comer ahora a nosotros también" "Ahora que lo pienso, Gretel, el pan no era fosforescente así que no nos habría servido de nada de todas formas" Gretel le dió una colleja a su hermano por bobo y Hansel le dió una patada a su hermana por bruta. Tras una breve pelea fraternal se pusieron en camino intentando entrar en calor y comprobar si era verdad que el mal sentido de la orientación era hereditario.
Caminaron durantes horas y horas, pasaron varias veces por los restos de la fogata que había hecho su padre para que se mantuvieran calientes. Se pasaron la noche andando y buscando el camino. Al día siguiente también anduvieron sin parar de la mañana a la noche. Al final decidieron sentarse a descansar porque les dolían un montón los pies. A la mañana del tercer día desde que dejaron la casa paterna, y desde que comieron por última vez, les despertaron los cantos de un pájaro blanco que estaba posado en una rama de un árbol cercano. Los niños se quedaron embobados escuchando al ave y cuando ésta se echó a volar, los críos la siguieron.
El pájaro se posó en el tejado de una casita que estaba en un claro del bosque. Cuando los niños se acercaron a la casa se dieron cuenta de que ésta estaba hecha de chocolate, golosinas y turrón. El tejado estaba hecho con barritas de mars, las ventanas eran de caramelo transparente, las paredes estaban hechas de turrón y cubiertas de chocolate. La puerta de la casa era de galletas oreo y el pomo de la puerta era una gominola enorme.

Casita de chocolateA Hansel y Gretel se les pican las muelas ante tal expectáculo de azúcar.

... continuará...

1 Comentarios:

  • juas juas juas...me troncho con las piedrecitas fosforescentes...No se me había ocurrido que encontrar las piedrecitas de noche no sería tan fácil.
    Y supongo que tampoco sería otoño en el cuento :-)
    Muy bueno.

    Por Blogger Di, el 26 abril, 2008 21:50  

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