Cuentitis aguda

lunes, febrero 05, 2007

Ricitos de Oro y los tres osos (II)

Enlace a parte (I)

T
ras su largo paseo, los osos pensaron que su desayuno estaría en su punto de temperatura y no tendrían ni que esperar a que se enfriara un poco más ni que calentarlo un poco en el microondas. Cuando entraron en la casa se dieron cuenta que la puerta estaba abierta pero pensaron que habría sido el viento que la habría abierto, puesto que eran muy confiados y no creían que nadie pudiera haber entrado en la casa.
Ya en la salita, Papá Oso fue directamente a comer su avena pues tenía mucha hambre después del paseito. "¡Alguien ha probado de mi comida! La cuchara está en el plato" dijo Papá Oso con su voz grave. Mamá Osa también se dio cuenta de que algo raro pasaba con su avena. "¡Alguien ha probado de mi avena también! Y con la cuchara me ha manchado el mantel del ajuar!" dijo Mamá Osa con su voz normal. Bebé Oso se acercó a su plato y dijo con su voz aguda: "¡Pues alguien ha probado de mi avena y se la ha comido toda!".

Alguien se ha comido mi avenaPapá Oso, Mamá Osa y Bebé Oso se quedan sin desayunar.

Los osos estaban muy confusos, ¿cómo podría nadie ser tan poco respetuoso como para entrar en su hogar y tomarse sus desayunos?. Decidieron sentarse un rato para descansar de la caminata y debatir sobre lo que había pasado. "¡Alguien se ha sentado en mi silla y me ha dejado el cojín todo descolocado!" - dijo Papá Oso. "¡Alguien se ha sentado en mi silla y me ha dejado el cojín hundido y sin esponjar!" - dijo Mamá Osa. "¡Pues alguien se ha sentado en mi silla y me la ha roto!" - dijo Bebé Oso medio llorando.
Sospechando ya que alguien realmente había entrado en su casa y que podría haber hecho más estropicios, subieron los tres osos las escaleras: Papá Oso el primero, con un bate de beisbol en la mano por si el ladrón de avenas y rompedor de sillas también era atacador de osos. Mamá Osa llevaba el rodillo de amasar para defenderse del intruso y Bebé Oso no llevaba nada porque sus padres le defenderían.
Entraron en el cuarto de baño y vieron que estaba todo desordenado. "¡Alguien ha usado mi cepillo de dientes y lo ha tirado al suelo!" - gritó Papá Oso indignado. "¡Alguien ha usado mi cepillo de dientes y también lo ha tirado al suelo!" - gritó Mamá Osa ofendida. "¡Pues alguien ha usado mi cepillo de dientes y lo ha dejado sin enjuagar en el vaso!" - sollozó Bebé Oso. "¡Puag!" - gritaron asqueados los tres osos a la vez.
Más asustados que nunca entraron en el dormitorio para ver qué más trastadas había hecho el intruso. "¡Alguien se ha sentado en mi cama y la ha dejado toda revuelta!" - dijo Papá Oso mirando las arrugas de su edredón. "¡Alguien se ha tumbado en mi cama y me ha dejado la colcha toda sucia de barro!" - dijo Mamá Osa intentando quitar los manchurrones con un trapo. "¡Pues alguien se ha tumbado en mi cama y aun está en ella!" - dijo Bebé Oso llorando como una Magdalena.

DurmiendoRicitos de Oro parece que nunca ha roto un plato (ni una silla).

Los tres osos se acercaron a ver quien era aquel intruso tan insolente y en ese momento Ricitos de Oro, que hasta ese momento había tenido un sueño muy profundo a pesar de los gruñidos de los osos, se despertó. Al ver a los tres osos mirándola tan de cerca, la rubia se asustó tantísimo que saltó de la cama, salió de la habitación, bajó las escalareas y huyó de la casa como un rayo.

Sin rizosRicitos de Oro pierde los rizos del susto.

Ricitos de Oro aprendió la lección, si volvía a meterse en la casa de desconocidos, se llevaría un despertador.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.