Barba Azul (II)
Enlace a parte (I)
uando la señora de Azul se repuso de la impresión recogió la llave del charco de sangre en el que había caído y cerró la puerta del gabinete. Se fue a su dormitorio con el níquel-nanas y la acetona para ver si conseguía sacar la mancha de sangre que había quedado en la llavecita.
Dos horas estuvo la buena moza intentando limpiar aquella señal, pero nada, no lo consiguió. Tan atareada estaba con la llave que ni se le ocurrió llamar a la policía para que fueran a investigar la misteriosa muerte de las anteriores mujeres de su marido. Tampoco le comentó a nadie lo que había visto en el gabinete puesto que se delataría como desobediente y mala esposa.
A los dos días Barba Azul regresó del viaje puesto que el negocio había sido cerrado satisfactoriamente antes de lo previsto. Nada más llegar le pidió a su mujer el manojo de llaves y ella se lo devolvió toda nerviosa puesto que la mancha de sangre era un tanto evidente.
"Cariño, la llavecita del gabinete está manchada, ¿sabes tú cómo ha podido ocurrir?"
"Pues no tengo ni idea, ¿cómo una mancha de sangre de una de tus anteriores mujeres ha podido llegar a parar a la llave? Yo no la he tocado, ¿por qué me miras así? Barbita, se te esta hinchando la vena del cuello. Tranquilo, no resoples.... ¿No estarás pensando que he podido entrar, nada más que te fuiste, a la habitación donde están degolladas todas esas mujeres? ¡Con lo cándida e inocente que soy!"
"Has sido muy desobediente y debes morir. Mira que siempre caigo en lo mismo, ¿es que ninguna de mis esposas puede hacerme caso en la única cosa que les pido?. Porque que sepas que no eres la primera, ni la tercera, ni la quinta que me desobedece. ¡¿Pero cómo tengo que pedir que no quiero que nadie entre en ese gabinete?! ¡Todas iguales!. Si ya lo decía mi madre..."
Barba Azul, ya completamente fuera de sí, sacó de su bolsillo una daga que siempre llevaba a mano por si acaso. Pero justo en el momento en que Barba Azul iba a acuchillar a su esposa, aparecieron los dos hermanos de ésta que pasaban precisamente por allí y que venían armados (porque eran mosqueteros). Barba Azul, que vio muy difícil de demostrar que aquello no era lo que parecía, intentó huir, pero sus cuñados le atravesaron con sus espadas.
La señora viuda de Azul quedó muy contenta puesto que había sobrevivido y además era la única heredera de la inmensa fortuna de su marido. Gracias a su fortuna pudo dar una buena dote a su hermana, pagarles cargos de capitán a sus dos hermanos, y aun le sobró dinero para poderse casar con un buen hombre que le hizo olvidar los malos tratos a los que le había sometido Barba Azul.
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