Rapunzel (I)
abía una vez un matrimonio que tras mucho desearlo, finalmente estaban esperando un bebé. El matrimonio tenía por vecina a una hechicera muy poderosa y muy temida en el vecindario. La casa de la hechicera tenía un inmenso y magnífico jardín que podía verse desde una ventana de la casa de la pareja.
Un día, la embarazadísima mujer estaba mirando por la ventana al jardín de su vecina cuando vio que la bruja tenía plantadas un montón de rapunceles con una pinta estupenda. Cada día que pasaba a la embarazada le apetecía más y más probar de esa planta que se cultivaba en el jardín de al lado. Se pasaba las horas muertas mirando y mirando por la ventana con los ojos casi fuera de las órbitas, lo que hizo que su marido empezara a preocuparse. Cuando éste le preguntó qué era lo que tenía y que si quería que le llevara al médico, ella le contestó que tenía que probar aquellos rapunceles porque si no se podía morir. Ella era muy drámatica pero su esposo decidió concederle el antojo no fuera a ser que el bebé saliera con una marca en la cara.
Aquella misma noche, en cuanto oscureció, el hombre escaló el gran muro que protegía el jardín de los antojos de sus vecinas. El futuro padre pilló un buen puñado de hojas de rapuncel y se las llevó a su mujer. Con esas hojas, su señora se hizo una ensalada que devoró sin aliñar siquiera. Aquello estaba tan bueno que a la mujer le entraron más y más ganas de comer todas las sabrosas plantas que pudiera del jardín vecino. Asi que el hombre tuvo que volver a escalar el muro a la noche siguiente y a la siguiente. Hasta que un día la bruja le pilló con las manos en sus preciosos rapunceles (que ya estaban peladísimos por culpa de los antojos de la preñada).
"Pero vecino, ¿cómo osas entrar en mi jardín? Bien sabes que ésto es propiedad privada y que te puedo denunciar. Como debes pagar por lo que me has hecho a las plantas, con lo monas que las tenía, pues creo que lo mejor será que me des, en cuanto nazca, el bebé que estáis espernado. Yo lo cuidaré como una madre".
Con lo monas que tenía las plantas.
(Campanula rapunculus conocida como Rapunzel-Glockenblume en alemán)
(Campanula rapunculus conocida como Rapunzel-Glockenblume en alemán)
El hombre que tenía un miedo que se moría y que sólo pensaba en salir con vida de la propiedad de su vecina le dijo que sí, que por supuesto y la bruja le dejó ir en paz.
Cuando la mujer dio a luz, se presentó allí la hechicera, llamó a la niñita Rapunzel y se la llevó con ella. La bruja supo educar muy bien a su hija adoptiva. Pero cuando la niña cumlió los doce años, la hechicera decidió encerrarla en una torre que había en medio de un bosque y que no tenía ni puerta ni escaleras, tan sólo una pequeña ventana que estaba situada en la parte más alta del torreón.
Cuando la hechicera quería entrar a ver a su hija, subirle la comida o darle conversación gritaba: "Rapunzel, Rapunzel, suelta tu melena por la almena". Rapunzel, que tenía una melena dorada espléndida y muy fuerte, cuando oía las voces de la bruja, dejaba colgar sus largas trenzas por la ventana de la torre, los veinte metros que había hasta el suelo, y entonces la hechicera trepaba por ellas hasta que llegaba a la ventana.
Rapunzel dedicaba gran parte del día al cuidado de sus cabellos puesto que su manutención dependía en gran parte de ellos. Como la hechicera usaba las trenzas de la chica para subir y bajar una vez al día, y el bosque estaba todo embarrado la mayoría del tiempo, a la chica se le ponían las doradas cabelleras hechas unos zorros, asi que el aseo tenía que ser casi diario. Al tener las melenas tan largas, tardaba varias horas en el secado y si algún día en especial se quería pasar el alisador de pelo se le hacía de noche. Desenredar el pelo por las mañanas era toda una tarea, sacaba músculo de tanto y tanto cepillarse el pelo. Para no tener las puntas abiertas y sanear el pelo de vez en cuando, la bruja le cortaba un par de metros de puntas. El cuello de Rapunzel también era muy fuerte puesto que tenía que soportar todo el peso de su pelo, más el peso de la bruja un par de veces al día.
Pasaron los años y resultó que un día estaba paseando un príncipe por el bosque donde estaba recluida Rapunzel. Según se acercó a la torre-prisión, el joven pudo escuchar una bella canción y se paró a escuchar. Era Rapunzel que cantaba con su dulce voz mientras se desenredaba el pelo. El príncipe quiso entrar a la torre para buscar a la dueña de la voz, pero no encontró ninguna puerta.
Aquella voz le había encandilado tanto al príncipe que decidió ir todos los dias a escucharla. Un día, mientras estaba sentado tras un árbol escuchando a Rapunzel, vio a la hechicera hacercarse a la torre, dar sus voces pidiendo las melenas de Rapunzel, y una vez que las trenzas habían llegado al suelo, trepar por ellas. El príncipe se apuntó la frase que había gritado la bruja y decidió que algún día probaría suerte.
Al día siguiente (para qué esperar más), cuando estaba empezando a anochecer, el príncipe se fue a la torre y gritó:
"Rapunzel, Rapunzel, suelta tu melena por la almena".
Y Rapunzel, que era muy bien mandada, soltó su melena por la almena. Cuando las trenzas de Rapunzel llegaron a la base de la torre, el príncipe empezó a trepar por ellas.
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