Cuentitis aguda

jueves, abril 05, 2007

Los tres cerditos

H
abía una vez, allá en tiempos, una madre cerda que tenía tres hijos cochinos. La señora marrana había conseguido que sus nenes estudiaran una carrera... o al menos que fueran a la universidad. Los tres hermanos cerdos se habían decantado por la arquitectura, aunque cada uno se tomó sus años de estudiante como le dio la santa gana. Uno de ellos se pasó todos los años de universidad en la cafetería de la escuela, jugando al mus y fumando como un carretero. Otro de los marranos se metió a tuno y no dio ni un palo al agua en toda la carrera. El tercer hermano, sin embargo, era un empollón y les iba pasando los apuntes a sus compañeros de clase. Por cosas inexplicables que pasan en la vida, los tres hermanos acabaron la carrera (aunque se desconoce el número de años que utilizaron para tal efecto).
Cuando sus churumbeles ya habían acabado sus proyectos de fin de carrera y estaban colegiados y todo, la señora porcina decidió que era hora de que se independizaran y se buscaran la vida fuera de la casa, por mucho que le entrara a ella el complejo de pocilga vacía.
Los cerdos, cada uno por su lado, empezaron a organizar su vida. El primer marranete, el jugador de mus, compró un montón de paja, que era muy baratita, para construirse su hogar. El cerdito había asistido sólo a una clase en toda su vida, y era a la de economía (una de libre configuración) y se quedó con la copla de que tenía que economizar. En hacer su casita no tardó más de dos semanas (más que nada porque no se decidía por las cortinas que poner) y se dedicó después a la contemplación.
Pero resultó que un día llegó el Lobo Feroz a llamar a la puerta de su casa. "Cerdito, cerdito, déjame entrar" dijo el lobo al otro lado de la puerta. "¡Estás tu loco! Que seré tacaño, pero aun así le he puesto una mirilla a mi puerta y veo que eres el Lobo Feroz" contestó el cerdo desde la seguridad relativa de su dulce hogar. "Pues entonces soplaré y soplaré y tu casa derribaré". "Tú mismo". Y el lobo sopló y sopló y como tenía muy buenos pulmones, hizo volar la casa del cerdito, a quien se comió sin más miramientos.

Casa de pajaLupus Ferozis Soplatensis.

El segundo cerdito, el tuno, también quiso construirse una casa, y para tal asunto se compró un montón de maderas en el IKEA, se armó de una llave allen y se construyó su hogar en tres semanitas de nada (porque había perdido la hoja de instrucciones). Y también le pasó a él que, cuando ya estaba tan tranquilo en su casa "Billy", se le presentó el lobo llamando a su puerta. "Cerdito, cerdito, déjame entrar" ordenó el Lobo Feroz que siempre estaba seguro de sus poderes sopladores. "Uy, ni de guasa te dejo entrar, lobo, que tú lo que quieres es comerme" contestó el puerco. "Pues entonces soplaré y soplaré y tu casa derribaré". "Menos chulerías, Lobo Feroz". Y el lobo sopló y sopló y otra vez sopló y sopló y la casa derribó y al cerdo tuno se comió.

Soplido demoledorEl lobo feroz tiene clase y usa chistera, guantes y cubre-botas.
Antes muerto que sencillo.


Y por fin vemos cómo el tercer cerdo se decide a construir su casa. Como se le daba muy bien la asignatura de materiales, optó por utilizar ladrillos y cemento para levantar su vivienda. Tardó bastante en construirla porque tuvo que pedir permiso al ayuntamiento y hacer que un teleco le pasara el proyecto de telecomunicaciones del edificio en plan, pero finalmente el trabajo estuvo completado y el cochino se echó a la bartola. Y justo cuando estaba dando una cabezadita, llamó a su puerta el Lobo Feroz, que siempre estaba enterado de cuándo era la inauguración de la casa de algún gorrino. "Cerdito, cerdito, déjame entrar" dijo el lobo relamiéndose. "Tengo la casa hecha una pocilga, mejor ven otro día" dijo el dueño de la casa. "¡¿Qué no me dejas entrar?! Entonces soplaré y soplaré y tu casa derribaré". "Sopla lo que quieras, que el cemento ya está seco y he puesto unos cimientos a prueba de tornados, terremotos, tsunamis y Lobos Feroces sopladores". Y el lobo sopló y sopló, y volvió a soplar y soplar, pero por más que sopló y sopló, la casa no derribó.
El lobo se enfadó tanto porque no había podido derribar la casa del cochino con sus soplidos, que decidió entrar a ella por la chimenea y comerse al cerdo sin más.

Estampa navideñaQuerido Papá Noel, este año he sido un cerdo bueno...

El cerdito, que vio al lobo subir al tejado, preparó en un pis pas una olla con agua, unas patatitas y unas zanahorias que peló, lavó y cortó rapidamente, una cebolla y un par de dientes de ajo. Colocó la perola al fuego de su chimenea y esperó a que el lobo bajara por ella. El lobo no se extrañó de lo bien que olía desde lo alto de la chimenea y se tiró por el tiro (valga la redundancia) cual Papá Noel en épocas festivas. El lobo cayó directamente en la cazuela sin salpicar casi. El cerdito tapó rápidamente la olla, que era exprés, y esperó unas cuantas horas a que se hiciera el guiso. El lobo chillaba pero sus gritos no se oían con el ruido del guiro del pitorrito de la tapadera de la olla.

Con las manos en la masaSegún Simone Ortega, tardará una media hora en estar en su punto.

El cerdito cenó aquel día un lobo feroz a la cazadora y tuvo una digestión muy pesada, pero fue feliz el resto de sus días cuando descubrió el Rennie.

domingo, abril 01, 2007

El lobo forever

El lobo foreverCaperucita también tuvo su etapa de camionero.