Cuentitis aguda

viernes, noviembre 30, 2007

La Sirenita (IV)

Enlace a parte (I), (II) y (III)

Llegó el momento en que el príncipe debía contraer matrimonio para dar herederos al reino y dejar de vivir de la sopa boba. Su esposa sería la hija de un rey vecino a la que él no había visto jamás y de la que se decía que era muy hermosa. Fletaron un barco para ir en comitiva a hacer la visita al reino vecino y volver con la princesa como esposa del heredero.
"Debo ir a ese reino vecino a conocer a esa princesa que mis padres quieren que sea mi esposa" - le dijo el príncipe a la sirenita - "pero en ningún caso podrán obligarme a que me case con ella. No puedo quererla porque no es como la doncella que me salvó cerca de aquel convento y a la que tú te pareces con esos ojos tan expresivos". El príncipe besó en los labios a la sirentia, le acarició el pelo y la abrazó fuertemente, mientras ellas soñaba con la felicidad humana y aquel famoso alma inmortal. "Tú no tienes miedo del mar, ¿verdad?" - preguntó el príncipe a la sirenita. Ella negó con la cabeza. "Si tú supieras, majo" - pensó ella.
La sirenita fue en el barco junto al príncipe y demás familia, criados y tripulación, al reino vecino de donde era la princesa que querían los reyes como nuera.
Por la noche, la sirenita se asomó por la borda y vió que allí estaban todas sus hermanas saludándola. Ella quería decirles lo contenta que estaba y lo feliz que era junto a su príncipe, pero como era mudita, sólo pudo saludar con la mano.
A la mañana siguiente el barco atracó en el reino vecino. Había fiesta y jolgorio por la llegada de la realeza forastera. La princesa aun no había aparecido, iba en camino puesto que hasta ese mismo día había sido educada en una hogar religioso para que tuviera todas las virtudes que una reina debe tener. Por fin apareció la heredera. La sirenita estaba ansiosa por verla a ver si era verdad todo lo que se decía de su belleza. La sirena tuvo que admitir que la doncella era una verdadera monada, con una piel blanquísima y muy fina, y bajo sus pestañas larguísimas y muy negras, unos ojazos de un azul profundo. Además la princesa tenía muy buen tipo.
"Fuiste tú" - dijo el príncipe al verla - "quien me salvó la vida cuando estaba sin conocimiento en la arena". Y tomó a la princesa en sus brazos. Y mirando a la sirenita dijo: "¡Qué feliz que soy! Seguro que tú también eres muy feliz por mí, puesto que eres mi gran amiga"
La sirenita sufrió nuevamente un dolor enorme. Más grande del que jamás hubiera sentido antes. El príncipe se casaría con la otra y ella se convertiría en espuma de mar al día siguiente.
Se celebró el casorio real. La sirenita fue quien ayudó a la princesa a llevar el velo. Había música y alegría por todas partes, pero la sirenita no escuchó la música ni sintió felicidad, pues no dejaba de pensar en que había perdido todo en el mundo y que iba a morir muy pronto.
Aquella misma tarde embarcaron todos junto a los recién casados rumbo al palacio del príncipe. Por la noche hubo fiesta en el barco en honor del jóven matrimonio. La sirenita recordó la fiesta que vió el primer día que salió a la superficie y pensó lo mucho que habían cambiado las cosas para ella. Bailó con la música sin importarle el dolor que le producía aquello en sus piernas puesto que era más fuerte el dolor que sentía en su corazón al pensar que su príncipe se había casado con otra. Sabía que ésa sería la última vez que vería al príncipe por quien había renunciado a su familia, a su vida de sirena e incluso a su voz, y por quien había pasado miles de dolores y sufrimientos, cosa de la que él no tenía ni la más remota idea.
Aquella sería la última noche en que respirara el mismo aire que su príncipe y viera el mismo cielo que él y escuchara la misma música que él.
La fiesta terminó y los recien casados se retiraron a su camarote. La sirenita fue a asomarse por la borda y esperar aquel primer rayo de sol que acabaría con su vida. Allá abajo, nadando en el mar, vió a todas sus hermanas que estaban tan pálidas como ella. Ninguna de las sirenas conserbaba su larga melena, se habían cortado el pelo.
"Hemos vendido nuestro pelo a la bruja del mar para conseguir ayuda para que no mueras hoy. La bruja nos ha dado este afilado cuchillo, ¡toma!. Con él deberás atravesar el corazón del príncipe y cuando su sangre caiga sobre tus pies, tus piernas volverán a ser la cola de sirena que una vez tuviste. Volverás a ser sirena, a vivir con nosotras los trescientos años que aún te quedan por delante. Pero debes de darte prisa porque dentro de unos minutos amanecerá. ¡Rápido!"

Cuchillo salvadorLas sirenas tienen la salvación para su hermana.

La sirenita tomó el cuchillo y fue hacia el camarote del príncipe y de su nueva esposa. Allí dormía su amado abrazado a la otra. La sirenita se inclinó y le besó la frente. Cada vez el cielo era más claro, los rayos del sol empezaban a aparecer. Levantó el cuchillo, miró al príncipe otra vez y en ese momento le escuchó decir en sueños el nombre de su jóven esposa. La tenía a ella en sus pensamientos. La sirenita lanzó el cuchillo al mar tan lejos como pudo. Miró por última vez a su príncipe a quien aun quería y a quien aun veía tan guapo... y se lanzó ella misma al océano mientras se iba convirtiendo en espuma de mar.

Espuma de marLa sirenita se convierte en espuma de mar.

(Si te gusta este final, no hace falta que sigas leyendo)

Mientras la sirenita se iba disolviendo, vio a su alrededor a un montón de bellos seres transparentes que flotaban en el cielo y cuchicheaban entre sí. "Somos las hijas del aire, pequeña sirenita" - le dijeron los seres. "Una sirenita como tú no tiene un alma inmortal (como muy bien sabes) y sólo puede conseguir una si consigue que un humano (a ser posible un príncipe guapetón) la quiera más que a su vida, más que al aire que respira y más que a la mare suya. Nosotras tampoco tenemos un alma inmortal, pero podemos crear uno para nosotras mismas. Si estamos trescientos años venga a hacer buenas acciones, tendremos un alma inmortal y podremos unirnos con los demás humanos en el mas allá. Nosotras somos quienes llevamos el aroma de las flores. Como nos das mucha penita por tu empeño en conseguir el alma inmortal, queremos que te unas a nosotras y estés trescientos años haciendo el bien. Podrás entrar en las habitaciones de los humanos sin ser vista y convivir con ellos". "¡Me apunto!" - dijo la sirenita, que prefería aquello a ser espuma de mar.
Lo primero que hizo fue entrar al camarote de su príncipe dormido y darle un beso en la frente. A la sirenita le esperaban tres siglos de vida como hija del aire y luego, si se portaba bien, un alma inmortal.
Cuando una hija del aire entra en una casa y ve que un niño se porta bien y que sus padres están orgullosos de él, un año se resta de esos trescientos años buenechores y antes consigue el alma inmortal. Pero si entra en una casa donde un niño se porta mal, la hija del aire llora lagrimones como puños. Por cada lágrima que derrame, un año más se le añadirá a lo que le quede para conseguir ser feliz en el sarao del más allá. Así que nenes y nenas, ya sabeis, a portarse bien que la sirenita acaba de convertirse en hija del aire y no se sabe cuándo puede entrar en vuestras casas.

Hijas del aireLas hijas del aire le hacen una proposición a la sirenita-espumilla.

viernes, noviembre 16, 2007

La Sirenita (III)

Enlace a parte (I) y (II)

La sirenita fue en busca de la bruja del mar. Nadó y nadó más allá de los dominios del reino de su padre. El camino era peligros, lleno de remolinos y de animales marinos peligrosos. La sirenita era rápida y escurridiza, así que pudo atravesar sin problemas (aunque no sin miedo) la distancia que separaba el reino donde ella vivía la hechicera.
La casa de la bruja estaba en medio de un extraño bosque en el que en vez de árboles y flores, todo eran pólipos. El corazón de la sirenita latía a una velocidad sorprendente. ¡Qué miedo pasar entre los pólipos para llegar hasta la casa de labruja!. Pero entonces pensó en su hombre y le volvieron las fuerzas y la valentía. Se hizo una coleta con el pelo y rápidamente fue esquivando los tentáculos y filamentos de los pólipos para que no la atraparan. La sirenita podía ver a su paso esqueletos de humanos y animales que habían llegado al fondo del océano y que habían sido atrapados por los brazos de los desagradables pólipos.
Por fin llegó hasta la casa de la bruja del mar. La vivienda de la hechicera estaba construida con restos de naufragios y todo aquello daba muy mal rollo. La zona estaba llena de culebras y serpientes marinas, que eran las mascotas de la señora. La sirenita entró en la casa y se acercó a la vieja.

Sirenita y brujaLas sirenita está dispuesta a todo.

"Sé a lo que vienes, princesa" - dijo la bruja antes de que la sirena abriera la boca - "me parece una soberana tontería lo que deseas, pero si es lo que quieres... Sé positivamente que te traerá desgracia. Lo que quieres es deshacerte de tu preciosa cola de sirena y tener dos extremidades en su lugar, de esa manera tu amado príncipe se enamorará de ti y así tendrás un alma inmortal. Juas, juas, juas" -rió la hechicera marina con risa de bruja.
"Pues llegas justo a tiempo, querida, porque si hubieras venido mañana te abría tenido que decir que no podía hacer nada hasta dentro de un año. Así que, querida, te prepararé un brebaje, deberás subir a la superficie mañana antes del amanecer, sentarte en la orilla y beberte el líquido todo de un trago. Entonces tu cola se convertirá en lo que los humanos llaman piernas, este proceso dolerá muchísimo, más que si te sacaran una muela a lo vivo, pero ya sabes bonita, que para ser bella hay que sufrir. Los humanos que te vean pensarán que eres una mujer bellísima, porque que sepas que no hago las cosas a medias, y que las piernas serán de esas que quitan el hipo. Además serás muy elegante en tu caminar y bailarás como nadie. Eso sí, todo esto tiene efectos secundarios, cada vez que camines te dará la impresión de que lo estás haciendo sobre cuchillas afiladas del dolor que te producirá, y además cada tres o cuatro semanas tendrás que quitarte unos filamentos de queratina que te saldrán en las piernas (y que no son nada estéticos) con una sustancia pegajosa que te aplicarás calentita sobre las extremidades y que una vez se enfríe deberás arrancarla de un tirón seco. Eso, cariño, es lo más doloroso que jamás podrás experimentar. Bueno... el brebaje no sólo te dará piernas, realmente te dará la forma humana que no tenemos las sirenas, es decir, de cintura para abajo. Así que con ello vendrá una descamación periódica del endometrio, que, temo decirte, eso también duele, además de producirte unos estados de ánimo muy cambiantes. Y cuando vayas a tener descendencia, la salida por el oviducto humano de la cría, querida, eso, eso sí que duele de verdad. Después de los efectos secundarios que te he contado, ¿sigues queriendo que te dé esas piernas?"
"Mmmm" - pensó la sirenita - "es verdad que el ser físicamente humana trae consigo mucho dolor... pero también tendré a mi hombre"
"Bueno, guapa, para tener a tu hombre es verdad que con buenas piernas o buen cuerpo podría valer, pero recuerda que para ser humana completa, para tener ese alma inmortal que tanto quieres, tu chico no sólo se tiene que pillar por ti, tiene que anteponerte a su padre y a su madre. Recuerda que los hombres humanos, para anteponer a una mujer a su madre... vamos, que tienes que jugar bien tus cartas. Que las suegras humanas no son moco de pavo, tienen mucho poder sobre sus hijos."
"Yo lo conseguiré, conseguiré que el príncipe me anteponga a sus progenitores. Soy mona, tengo un pelo bonito y una voz muy dulce, seguro que lo consigo. Además le quiero un motón. Quiero seguir adelante con lo del brebaje"
"Bueno, chica, yo te he advertido, luego no me vengas con que no te lo dije. Además recuerda que una vez que tengas forma humana no podrás volver a ser sirena, ni estar en el mar junto a tu padre o tus hermanas, es más si pasas demasiado tiempo en el agua se te arrugarán las llemas de los dedos. Y ten en cuenta que si el príncipe no te quiere con todo su alma, ni te antepone a su padre y su madre, ni te compra anillo de compromiso, ni se casa contigo por la iglesia, no conseguirás el alma inmortal, y encima, a la mañana siguiente a la que él se haya casado con otra, tu corazón se romperá y te convertirás en espuma de mar (que es una forma suave de decir que te morirás)"
"Sí, sí, sí, que quiero seguir con esto, quiero tener piernas y poder conquistar a mi príncipe, que es taaaaaan guapo"- babeaba la sirenita.
"A todo esto no hemos hablado de cómo me pagarás" - dijo la bruja del mar, que nunca hacía las cosas por amor al arte - "Sé que posees la voz más dulce y bella de todo el océano, y sé también que piensas conquistar a tu chico con ella. Pero lo más valioso que tienes es la voz y eso es lo que quiero como pago"
"Pero si no tengo mi voz, ¿cómo podré conquistar a mi príncipe?"
"Hija, que tienes tu belleza natural, ese pelo precioso, esos ojazos dulces y tendrás las piernas como las de la Dietrich y mucha gracia al andar. Bueno, que no estoy aquí para piropearte. Además, los hombres no necesitan que las tías les hablen para pillarse por ellas. Entienden el lenguaje del amor que es internacional y no necesita palabras. Tu enseña carne, hija. Apañatelás, guapa, ¡qué tampoco es tan difícil, leñe!"
"Acepto. ¡Venga acá ese brebaje!"
La bruja sacó su caldero y se puso a preparar la bebida para la sirena. Cada vez que añadía un ingrediente para la preparación, se reía como todas las brujas se ríen y se frotaba las manos, cosa que no daba buena impresión a la audiencia. Para finalizar, se hizo un pequeño corte en su propio pecho y dejó que una gota de su sangre cayera en la mezcla. De la poción salía un humillo verde y negro muy poco apetitoso. La bruja vertió el sopicaldo que había cocinado en un frasquito y lo tapó (aun hoy nadie sabe cómo pudo verter líquido estando todo sumerguido en el mar, a no ser que el brebaje tuviera mayor densidad que el agua...).
"Esto es para tí" - dijo la bruja - "y ahora ven aquí".
La bruja le cortó la lengua a la sirenita dejándola muda, sin poder hablar o cantar. Eso tuvo que doler lo que no está escrito, pero aun le faltaban muchas penurias y dolores a las sirenita como para quejarse en ese momento.
La sirenita dió las gracias (escribiéndolo en un papelito) a la bruja y se fue nadando hacia la superficie. A su paso, los pólipos se iban apartando porque les daba asco la poción que llevaba la sirena en sus manos.

Sirenita con pociónLas sirenita se va toda contenta con poción y sin lengua.

Cuando salió a la superficie, el sol aún no había salido. Se acercó al palacio del príncipe, se sentó en uno de los escalones de mármol que daban al mar y se bebió la poción mágica de un solo trago. Sintió como si una espada estuviera cortándole el cuerpo y se desmayó. Cuando el sol salió, la sirenita volvió en sí y sintió muchísimo dolor. Se dió cuenta de que su príncipe estaba junto a ella mirándola con sus grandes ojazos negros. Ella bajó la mirada y vió que ya no tenía su bonita cola de sirena, sino un par de piernas humanas con unos bonitos y pequeños pies, como toda princesa de cuento de hadas debe tener. Se dió cuenta también de que no llevaba ropa, estaba completamente desnuda, así que se cubrió con su larga y espesa melena. El príncipe le preguntó quién era, pero como ella era mudita sólo le pudo mirar con ojitos de cordero degollado.

Sirenita y príncipeLas sirenita sigue el consejo de la bruja y enseña carne.

El príncipe le condujo hasta su palacio. Cada vez que la sirenita daba un paso era como si estuviera caminando sobre cuchillas, sentía un horrible dolor, pero ante los ojos de los demás no se veía que ella estuviera sufriendo puesto que andaba como si fuera una modelo sobre la pasarela.
En el palacio real, las sirvientas se llevaron a la sirenita para adecentarla y cubrir sus vergüenzas. Después de mucho lavar y frotar consiguieron quitarle toda la sal que llevaba en el pelo y aquel extraño y punzante olor a pescado que parecía imposible de eliminar. La vistieron con seda y muselina. Era guapísima, la más bella jóven que nadie había visto antes. "Qué pena que sea muda y no pueda cantar" - comentaba todo el mundo.
Como todas las tardes, en el palacio había fiesta. Unas esclavas bellísimas cantaron para el príncipe, el cual aplaudía a rabiar y luego sonreía a la sirenita. "Si él supiera que yo cantaba cien mil veces mejor que esas petardas y que he renunciado a mi voz sólo por él...". Las esclavas luego hicieron una coreografía para el príncipe. La sirenita vio la oportunidad para lucirse y salió a la pista y bailó como nadie había bailado antes. Era un baile muy sugerente y al príncipe se le caía la baba viendo como se movía su silenciosa amiga. A la sirenita el bailar le producía unos dolores insoportables, pero aun así seguía porque veía que al príncipe parecía gustarle.
El príncipe le dijo a la sirenita que se podía quedar a vivir con él en el palacio e incluso le permitió que durmiera sobre una colchoneta a la puerta de su dormitorio. La sirenita estaba loca de contenta porque durmiendo en el suelo, a la puerta de la habitación de su chico, podría ser la primera en verle todas las mañanas.
El príncipe y la sirenita pasaban muchísimas horas juntos, bailando, corriendo, montando a caballo, haciendo trecking , jugando al futbol en la playa y saltando sobre una cama elástica. Aunque todas estas actividades eran un verdadero suplicio para la pobre sirenita a la que le sangraban los pies de tanto mover las piernas, ella reía y seguía al príncipe a donde él quisiera.
Todos los atardeceres, la sirenita se sentaba en la escalinata del palacio que daba al mar y remojaba sus sangrantes pies. Una noche, mientras se relajaba con su baño de pies, vió en el agua a sus hermanas que habían ido a visitarla y a ver qué tal estaba. A lo lejos pudo también ver a su abuela (que hacía años que no subía a la superficie) y a su padre que la saludaban.
Cada día que pasaba, la sirenita estaba más y más enamorada de su príncipe. Él también la quería mucho, pero la quería como una amiga, y así se lo dijo un día a la sirenita mientras la abrazaba y ella le miraba con ganas de que el príncipe le soltara un morreo. "Yo te quiero mucho, pero te quiero como amiga. Eres muy buena y muy dulce, me recuerdas a una jóven que vi hace mucho tiempo pero a la que nunca veré más. El barco en el que viajaba se hundió y yo fui arrastrado hasta una playita. Allí me encontró ella, la más bella mujer del mundo, y me salvó la vida. Vive en un convento y es a la única mujera a la que podré amar. Tú me recuerdas muchísimo a ella, tanto, que casi la había olvidado". Estas palabras le dolieron más a la sirenita que la transformación de cola en piernas o que la depilación con cera fría. "No sabe que fui yo quien le salvó. Yo fui quien le llevó a la playa y esperó junto a él hasta que llegaron los humanos. Sé quien es esa mosquita muerta que dice que le salvó. La vi aquel día. Menos mal que ella está en un convento y no va a salir jamás de allí mientras que yo estoy aquí junto a él y puedo hacer que me quiera, puedo esperar"

martes, noviembre 06, 2007

La Sirenita (II)

Enlace a parte (I)


Cuando la sirenita llegó por primera vez a la superficie y empezó a respirar, le entró una tos muy tonta (de eso no le habían hablado sus hermanas). El mar estaba en calma y no soplaba el viento, y la sirenita se fijó en que su pelo no flotaba libre sobre ella como hacía cuando estaba bajo el agua, sino que se quedaba todo aplastado y sin gracia (de eso tampoco le habían hablado sus hermanas). Por suerte el mar estaba en calma y estaba atardeciendo, todo era tan bonito que se olvidó de sus toses y de su pelo chuchurrío. A lo lejos vio un barco que tenía luces y música. La sirenita se acercó nadando para cotillear un poquito. Se asomó por una de las ventanas que despedía luz y vio que ahí tenían montado un buen "sarao". Había un montón de hombres muy bien vestidos y entre todos ellos vio a un príncipe que tenía muy buena planta. La sirenita supo que era un príncipe porque tenía mucho instinto para estas cosas y porque el chico llevaba una corona. El joven tenía unos ojazos negros que quitaban el sentido. Era el dieciséis cumpleaños del príncipe y de ahí lo del fiestorro que tenían organizado y todos los marineros bailaban y cantaban.

Sirenita cotilleandoLa sirenita se nos ha enamorado.

Cuando la sirenita vió que el príncipe salía a cubierta, le pareció que el chico no andaba sino que flotaba y que era el tío más buenorro que había visto jamás (bueno, que había visto ese día, porque nunca antes había visto tíos, sólo sirenos) y empezó a sentir un nesequé que hacía que le temblara hasta la aleta, se había enamorado hasta los tuétanos de sus espinas. Se quedó allí mirando al príncipe y atontada sin darse cuenta de que había anochecido, se había encapotado el cielo y amenazaba tormenta. Cuando volvió del estado de babeo intentó avisar a los marineros pero era tarde. La tormenta era brutal y el barco se movía como si fuera una cáscara de nuez. Con tanto movimiento los marineros se mareaban y se iban cayendo por la borda. El príncipe también cayó al agua. El barco zozobró y se hundió en las profundidades marinas. Todos los compañeros de travesía del guapo mozo se habían subido a los botes salvavidas, pero al príncipe no se le veía por ningún sitio.
La sirenita se sumergió en el agua y ahí vio a su querido príncipe que bajaba y bajaba hasta el fondo.... la sirenita se puso muy contenta pensando que ahora el chico iba a estar junto a ella. Pero en ese momento recordó lo que les pasaba a todos los humanos que iban a los terrenos palaciegos de su padre se ponían azules y luego subían a la superficie. La sirenita decidió que no quería que el príncipe muriera, así que fue en su búsqueda arriesgando su propia vida para salvarle. Cuando lo alcanzó el príncipe estaba desmayado y de no haber sido por la sirena habría muerto. La sirenita le arrastró hacia arriba para que pudiera sacar la cabeza fuera del agua y se quedó allí, flotando con su chico en brazos y mirándole embobada.

RescateLa sirenita salva a su hombre.

Cuando amaneció la mar estaba ya en calma y la tormenta había cesado. La sirenita besó a su príncipe, que aun estaba con los ojos cerrados, en la frente y le encontró cierto parecido con la estatua que ella tenía en su jardincillo. Deseaba tanto que el príncipe viviera...
Las olas habían llevado a la pareja hasta que se divisó tierra firme. Se podían ver a lo lejos las montañas y bosques y un edificio muy grande que parecía una iglesia o un convento. La sirenita nadó hasta la pequeña playa que había en la orilla y allí tumbó a su hombre para que se recuperara. El bucólico y posible momento playero a lo “De Aquí a la Eternidad” lo estropearon los sonidos de las campanas y el correr de unas jóvenes que salían del edificio armando bulla y jaleo. La sirenita hizo mutis por el foro asustada de ver a tanta gente y se escondió tras unas rocas que estaban en el mar, observando a ver qué pasaba con su chico. Una de las jóvenes se acercó a él, llamó a sus compañeras e intentó socorrer al náufrago. El príncipe abrió los ojos y sonrió. Estaba vivo.La sirenita estaba loca de contenta de que el príncipe estuviera vivo, aunque a ella no le había sonreído, puesto que no sabía que había sido ella (y no la pava de la playa) quien le había salvado, ni tan siquiera la había visto jamás.
La sirenita siempre había sido introvertida y callada, pero después de haber conocido al príncipe aun lo era más. Sus hermanas le preguntaban qué es lo que había visto o hecho en su primera salida a la superficie, pero la sirenita no soltaba prenda, sólo suspiraba. Los suspiros de sirena no son nada discretos porque de sus bocas sale un torbellino de burbujas.

Sirenita suspirandoLa sirenita se va a desinflar con tanto suspiro.

La pequeña sirena subía todas las mañanas y las tardes a la superficie y se pasaba horas mirando la playita donde había visto por última vez a su príncipe. Vio pasar las estaciones del año. Conoció el verano y vio cómo crecían las frutas en los árboles. También vio cómo cambiaban los tonos de las hojas de las plantas en otoño. Y hasta supo lo que era la nieve en invierno. No había vuelto a saber nada de su príncipe, pero ella siempre volvía al mismo sitio por si el chico aparecía de nuevo. Lo úncio que consolaba a la sirena era abrazar la estatua que tenía en su jardín, aquella que tanto se parecía al príncipe.
Ya no podía soportar más tener el secreto bien guardado, al final sucumbió a las insistentes preguntas de sus hermanas sobre qué era lo que le pasaba. La sirenita les contó lo de la fiesta en el barco, lo guapo que había encontrado al chico, lo de la tormenta y el rescate y que jamás le había vuelto a ver. Las hermanas de la sirenita, viendo que la pequeña necesitaba animarse viendo al príncipe, investigaron y por fin supieron quién era el chico que tanto le molaba y dónde estaba su palacio. Llevaron hasta allí a la pequeña para que viera a su "amol". El palacete era suntuoso y se podía ver el poderío económico de la familia real a la legua. Del palacio salían unas escaleritas que llegaban al mar.

Sirenita babeando por el príncipeLa sirenita cotilleando descaradamente a su príncipe.

Ahora que la sirenita sabía dónde vivía el príncipe, se pasaba las horas observándole sin ser vista. Le encantaba subir a verle y observar las rarezas humanas. La sirenita empezó a preguntarse por aquel agujerito que tenían los humanos en medio de la barriga. Le encantaba ver correr, andar, saltar y bailar a su chico. Qué de cosas podían hacer los humanos en la superficie, y todo era tan distinto al mar... Ninguna de sus hermanas podía contestarle a las miles de preguntas que tenía sobre la naturaleza humana, así que decidió preguntar a su abuela que era la que más sabía de zoología. (Para acelerar la narración, omitiré los blubs y los glubs a partir de ahora)
"Verás, hija, el agujerito (como tú lo llamas) de la barriga se llama ombligo y lo tienen porque los humanos son vivíparos, no ovíparos como nosotros" La sirenita atendía a las explicaciones de su abuela aunque no llegaba a comprender lo que le decía. "Los hombres tienen una especie de gonopodio y las mujeres no ponen huevos sino que sus crías ya salen moviéndose, lo cual es muy doloroso."
"Abuela, si los humanos no se caen al mar, ¿pueden vivir para siempre y nunca morirse, no como nosotros?"
"No, hija, los humanos se pueden morir por muchos motivos, no sólo por ahogarse. Ellos mueren como nosotros. Bueno, viven mucho menos que los sirenos y las sirenas, nosotros podemos vivir hasta los trescientos años, pero ellos viven mucho menos. Nosotros cuando morimos nos convertimos en espuma de mar y ya nunca más vivimos. Se dice que los humanos tienen un alma inmortal que nunca muere."
"Pues entonces yo quiero ser humana y tener un alma inmortal de esas"
"¿Pero qué dices, pequeña? ¡Si aquí somos mucho más felices de lo que ningún humano pueda ser en la superficie! No hay atascos ni humo en los bares."
"¿Y hay alguna forma de conseguir ese alma inmortal para ser humano?"
"No," dijo la abuela " a no ser que un humano se enamore de ti y te quiera tanto que te anteponga a su padre y su madre, y todos sus pensamientos y su amor sean para ti, y además se tiene que comprometer contigo de por vida. Entonces el humano te dará un alma inmortal manteniendo la suya propia. Pero eso no puede pasar nunca porque la cola de una sirena, que a nosotros nos parece tan hermosa, entre los humanos es considerada horrible. Para ellos lo bello es tener las largas extremidades inferiores, que ellos llaman piernas, y que son bastante malas para nadar."
Al escuchar el inmenso suspiro que dio su nieta, la anciana le dijo: "Bueno, hija, no te pongas así de tristona, que aun te queda mucha vida por delante y no pienses más en la muerte. Vamos al fiestorro que da tu padre hoy, que nos lo vamos a pasar muy bien".
El rey del mar daba efectivamente una gran fiesta de esas que no se ven normalmente en la tierra. En el gran hall del palacio nada era sencillez, todo era lujo. Las seis princesas daban un recital en el que la pequeña sirenita era la primera voz. La hija menor era la que teníala voz más dulce y la que encandilaba a todo el mundo cuando cantaba. Cuando acabó su actuación, la sirenita se retiró a su jardín para estar un rato a solas y pensar.
"¿Por qué voy a estar amargada lo que me queda de vida?" - pensó para sí - "Si yo lo que quiero es estar con mi príncipe, haré todo lo posible para poder conseguirlo. La única sirena que me puede ayudar es la bruja del mar, así que me tragaré el miedo que me produce e iré a pedirle consejo. Quiero conseguir ser humana para poder pasar el resto de mis días con ese hombre tan buenorro".

Desenredándose el peloLa sirenita se da cuenta de que el agua de mar es malísima para el pelo .


... continuará...